POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

Un fantasma recorre el mundo

“Un fantasma recorre el mundo.” Tomé la frase prestada del célebre “Manifiesto Comunista” de Marx y Engell de 1848

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Un fantasma recorre el mundo.” Tomé la frase prestada del célebre “Manifiesto Comunista” de Marx y Engell de 1848. Me refiero a la creciente confrontación geopolítica entre Estados Unidos, y China y Rusia. No se trata de una simple repetición de la guerra fría que enfrentó a nuestro vecino  con la desaparecida Unión Soviética durante la segunda mitad del siglo pasado. A diferencia de aquella época, esta confrontación sinoestadounidense se expresa en una creciente competencia económica y tecnológica, que se refleja, cada vez más, en la esfera militar y estratégica.

Durante el tiempo que duró la guerra fría, los países socialistas creían que su sistema económico y social era muy superior al capitalismo reinante en Estados Unidos y Europa occidental. La Unión Soviética y, en menor medida, la China Popular, buscaban exportar su modelo a países de Asia, África y América Latina. Apoyaban sin reservas a los movimientos nacionalistas locales que se alzaban contra la dominación occidental que habían padecido durante siglos. Lamentablemente, para contrarrestar lo que veía como una ampliación de la influencia soviética en América Latina y el Caribe, Estados Unidos reaccionó con planes y estrategias destinados a socavar a gobiernos reformistas, como ocurrió en Guatemala en 1954, y para derrocar a gobiernos socialistas elegidos democráticamente, como el caso de Chile en 1973. 

La guerra fría redujo considerablemente los márgenes de maniobra internacional de muchos países en desarrollo. A pesar de la formación, en 1955, del “Movimiento de Países No Alineados”, en la práctica muchos gobiernos tuvieron que alinearse con uno de los dos bandos en competencia. México, a pesar de que mantuvo un significativo margen de maniobra en su política exterior, nunca puso en duda que la primera prioridad de sus relaciones externas eran los Estados Unidos. Aunque hubo desacuerdos sobre temas concretos, como la crisis centroamericana de los ochenta, siempre privilegió su relación bilateral con los estadounidenses, porque en ese país habitaban millones de mexicanos, se compartía una extensa frontera, y era nuestro principal socio comercial. Nuestras relaciones con el campo socialista siempre fueron más bien distantes y formales, sin vínculos de seguridad, políticos o económicos significativos.

Con el correr del tiempo, los países socialistas tuvieron que aceptar que la planificación central y burocrática de sus economías era la principal causa de su estancamiento económico. Concluyeron que tenían que introducir reformas radicales. En China, los cambios empezaron en 1979, con las reformas de Deng Hsiao Ping. Gradualmente, el gigante asiático abrió su economía, pero mantuvo el régimen de partido único. Por su parte, en la segunda mitad de los ochenta, en la Unión Soviética, Gorvachov intentó una reforma económica y, simultáneamente, una apertura política. Fracasó en ambas. La URSS entró en una crisis que culminó en su desaparición en 1991.

Al finalizar la guerra fría, el mundo vivió un momento unipolar. Ninguna nación podía competir con Estados Unidos. La única superpotencia sobreviviente promovió la liberalización comercial y la apertura a las inversiones extranjeras. Además, facilitó la plena incorporación de China y Rusia a la economía mundial. Para maximizar sus ganancias, las empresas occidentales corrieron a invertir en China, que ofrecía bajísimos costos de mano de obra y un mercado inmenso. Estados Unidos confiaba que, como consecuencia de su apertura económica, China transitaría el camino de la liberalización política, una democratización gradual, y el eventual fin del Partido Comunista. Grave error de cálculo. 

En sólo cuatro décadas, China se transformó. Se convirtió en la segunda superpotencia económica, solo detrás de Estados Unidos, a quien logró desplazar como el principal socio comercial de la mayoría de los países del mundo, incluyendo a las naciones latinoamericanas, aunque no es el caso de México. China domina muchas de las nuevas tecnologías del siglo XXI, como las principales aplicaciones de la inteligencia artificial, y está decidida a hacer sentir su peso global. Además, al parecer ha decidido aliarse con Rusia para hacer contrapeso a la presencia militar estadounidense en varias partes del mundo. Por esa razón, la comunidad de inteligencia de Estados Unidos considera que China se ha convertido en la principal amenaza a la seguridad de su país.  https://www.odni.gov/index.php/newsroom/reports-publications/reports-publications-2024/3787-2024-annual-threat-assessment-of-the-u-s-intelligence-community  

Al igual que durante la guerra fría, la nueva competencia geopolítica impondrá nuevas condiciones a todos los países. Para México, el principal producto de la creciente rivalidad sinoestadounidense es la relocalización de empresas (nearshoring) que salen de China para tratar de ubicarse en América del Norte. Para nuestro país esta tendencia representa una oportunidad histórica para promover su desarrollo. Para aprovecharla, se deberán fortalecer los sistemas de seguridad, justicia, infraestructura, energía, recursos humanos y provisión de agua, entre otros. 

Pero México también tiene que desarrollar nuevas estrategias de política exterior para la próxima década, basadas en el reconocimiento de que formamos parte de América del Norte y somos socios de Canadá y Estados Unidos en el TMEC, cuyo funcionamiento debe revisarse en 2026.  Si quiere recibir los beneficios de la relocalización de empresas, México también tendrá que definir el tipo de relación que mantendrá con China y Rusia.

MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY

@miguelrcabanas

Miguel.ruizcabanas@tec.mx 

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