COLUMNA INVITADA

Un nuevo mercado de valores

La idea era de una simpleza genial pero no había podido llevarse a cabo hasta ese momento

OPINIÓN

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Gustavo de Hoyos Walther / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

En 1602, los dirigentes de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales fundaron la primera Bolsa de Valores de la historia en la ciudad de Ámsterdam.

La idea era de una simpleza genial pero no había podido llevarse a cabo hasta ese momento: emitir obligaciones a la gente común para que se pudieran financiar con una promesa de que, si todo saliera bien, el inversionista tendría una ganancia. Se trató del triunfo de la esperanza sobre el pesimismo.

La idea tuvo gran éxito y estaba impregnada de futuro. Sin ese antecedente, no podríamos entender la economía contemporánea, cuyo centro gravitatorio son los mercados financieros globales.

A pesar del carácter internacional de los intercambios de capitales, lo cierto es que cada nación ha creado su propio mercado de valores. El mayor de ellos está en Wall Street, pero en Europa, China, Japón y otros lugares se han constituido robustas Casas de Bolsa y otras instituciones.

En América Latina, el mercado de valores más grande es el brasileño (BM&F Bovespa), con epicentro en Sao Paulo. El segundo más grande es el mexicano que, sin embargo, es comparativamente mucho menor al brasileño. Se pensaría que esto es natural, dado el tamaño relativo de ambas naciones. Pero esto no necesariamente es así. Lo que darían otras naciones por ser vecinos del mayor poder económico mundial.

La verdad de las cosas es que, por una serie de circunstancias que habría que superar, México no ha aprovechado su situación geopolítica para tener un mercado de valores mucho más robusto.

El problema estructural más importante que enfrentamos en esta materia es la imposibilidad para varias empresas pequeñas y medianas (y aún algunas grandes) de cotizar en las Bolsas de Valores mexicanas. Es por ello que no pueden capitalizarse mediante la emisión de acciones, sino solamente a través de pedir préstamos.

Razones de orden económico, político, cultural, contable, fiscal, legal y social explican esto. La cuestión es que en México no se ha desarrollado una cultura empresarial que ponga el acento en la necesidad de atraer inversionistas.

Por lo mismo, México todavía se encuentra a la zaga en el número de personas que deciden invertir una parte de su ingreso, tanto en el mercado de capitales como en bonos del gobierno. Es verdad que una parte sustancial del gasto del gobierno federal en obras de infraestructura se hace a través de la inversión de las AFORES, pero un mercado de inversión individualizado no se ha podido todavía establecer en México.

Dándose cuenta de ello, algunos actores de la industria financiera promovieron la puesta en marcha de una Ley de Mercado de Valores y Fondos de Inversión que tiene como propósito incentivar que más empresas coticen en Bolsa y, por lo tanto, más personas inviertan en ellas.

La verdad sea dicha, el nearshoring no podrá prosperar en su máxima expresión si no primero se consolida en México un mercado de valores del siglo XXI. La nueva ley al respecto debe ser bienvenida, pues constituye un paso en la dirección adecuada. No obstante, aún hay mucho por hacer. Materia para un nuevo sexenio.

POR GUSTAVO DE HOYOS WALTHER

FUNDADOR DE SÍ POR MÉXICO Y UNID@S

@GDEHOYOSWALTHER

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