COLUMNA INVITADA

Francia, siempre el país de las luces

Considero que en muchos sentidos el país galo ha hecho aportes invaluables a la sociedad, no solo occidental, sino global, y que en muchas ocasiones no le hemos prestado suficiente atención a sus contribuciones

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Siempre he admirado la cultura e idiosincrasia francesas. Considero que en muchos sentidos el país galo ha hecho aportes invaluables a la sociedad, no solo occidental, sino global, y que en muchas ocasiones no le hemos prestado suficiente atención a sus contribuciones.

En el lapso de una semana, el gobierno de Emmanuel Macron ha pasado de incluir el derecho al aborto en la Constitución de su país, que en octubre pasado cumplió 65 años, convirtiéndose así en la única nación del mundo en consagrar ese derecho en su Carta Magna, a proponer que la muerte asistida también se convierta en una garantía constitucional.

Para los tiempos tan sombríos que nos ha tocado vivir, acciones como está son un pequeño resquicio de luz en medio de la habitación oscura en que se ha convertido nuestra contemporaneidad.

Desde Europa, hasta nuestro continente, pasando por Asia y África, estas dos últimas regiones particularmente hostiles con las libertades y los derechos humanos, desde hace algunos años el avance y consolidación de populismos de derecha e izquierda ha socavado siglos de lucha social y política por el reconocimiento de nuestras garantías individuales.

No mencionaré nombres ni países porque la lista es larga, y me parece que ya se ha repetido lo suficiente, pero sí haré hincapié en recalcar el poderoso mensaje que acaba de mandar Francia al resto del mundo, colocándola una vez más a la vanguardia de la Historia, sí, esa que se escribe con mayúscula.

Bajo el lema “mi cuerpo de decisión” el aborto como un derecho constitucional y la posible aprobación de la “muerte asistida”, significan un paso enorme en términos del derecho de los individuos a tener una vida y una muerte dignas.

No ahondaré demasiado en lo que respecta a la interrupción legal del embarazo, puesto que considero que no tengo gran cosa que agregar excepto que celebro la medida y que confió en que su consagración en la Constitución francesa tenga el suficiente eco como para movilizar voluntades políticas y movimientos sociales alrededor del orbe.

Sin embargo, sí me gustaría enmarcarlo en la propuesta de ley que impulsa Macron referente a la muerte asistida en pacientes terminales. Según palabras del presidente francés, la iniciativa "No crea, en sentido estricto, un nuevo derecho ni una libertad, pero traza una vía que no existía hasta ahora y que abre la posibilidad de solicitar la asistencia para morir en determinadas condiciones estrictas".

Si bien existen otros países como Suiza y Bélgica que contemplan, con sus particularidades, en sus legislaciones la muerte asistida, el solo hecho de que tanto el aborto como esta iniciativa de ley que Macron ya había anunciado en 2023, sucedieran en un lapso de siete días, sienta un importante precedente para el preocupante retroceso que vive el mundo Occidental en lo que a libertades y derechos sociales se refiere.

Con el debido respeto que merece cualquier persona que disienta de la opinión que estoy expresando en esta columna respecto a estos dos temas tan sensibles y delicados, me parece que es fundamental que como individuos y como sociedad defendamos la vida, sí, pero también que aspiremos a que esa vida sea de calidad, lo mismo con la muerte.

Me parece que debemos tener el derecho a decidir cómo vivir y cómo morir y que el Estado deber ser garante y salvaguarda de ese derecho. Aplaudo que Francia ponga el punto sobre la i, justo en esta época tan turbulenta.

Notas al pie

  1. Cuando en 1975, la Ministra de Sanidad del gobierno de derecha de Giscard d’Estaing, una sobreviviente de Auschwitz, Simone Veil, elaboró la propuesta de Ley que despenalizaría el aborto en el país de Simone de Beauvoir, d’Estaing hizo una declaración que debería ser un mantra para cualquiera que aspire u ostente a un cargo público, la reproduzco a continuación: “Yo soy católico, pero soy presidente de la República de un Estado laico. No puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos… Comprendo, el punto de vista de la Iglesia católica y, como cristiano, lo comparto. Juzgo legítimo que la Iglesia católica pida a aquéllos que practican su fe que respeten ciertas prohibiciones. Pero no es la ley civil la que puede imponerlas con sanciones penales al conjunto del cuerpo social”.
  2. Respecto a la muerte asistida, no tengo una cita, pero sí una recomendación cinematográfica para comprender que la dignidad humana importa tanto en el transcurso de nuestra vida, como en nuestra inminente muerte. Se trata de Mar abierto de Alejandro Amenábar.

POR JAVIER GARCÍA BEJOS

COLABORADOR

@JGARCIABEJOS

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