LA NUEVA ANORMALIDAD

La zona de interés (y la de desinterés)

El micrófono del Oscar estaba abierto para que los directores de cintas con referencias bélicas ofrecieran un discurso político en torno a la guerra, sólo uno lo hizo

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La de Oppenheimer es una historia ligada de manera inextricable a la guerra y a su horror moral: cabeza del Proyecto Manhattan–y por tanto padre de la bomba atómica–, la sola mención de su nombre conduce a un debate inescapable sobre la ética en la investigación científica.

Más allá de las virtudes o defectos formales de la película de Christopher Nolan al respecto –me parece convencional, y su dislocación temporal mera afectación, pero eso importa poco–, la cinta se hace cargo de ese dilema, y obliga al espectador a pensarlo.

También nominada este año al Oscar a la mejor película, y ganadora del trofeo a mejor cinta en lengua extranjera, La zona de interés de Jonathan Glazer retrata la vida cotidiana de un contemporáneo de Oppenheimer –Rudolf Höss– y de su familia durante el encargo de éste como comandante del campo de concentración de Auschwitz.

Más próxima de las estrategias del arte contemporáneo que de las del cine narrativo mainstream, retrata las minucias de la existencia de un grupo de cómplices indolentes de un genocidio, acaso para mejor ilustrar la noción arendtiana de la banalidad del mal. La considero la mejor película de este año. Eso tampoco importa.

Lo que importa, y mucho, es que el triunfo de ambas sucede en el contexto de una guerra cuyas tensiones y violencias se ven exacerbadas por un radicalismo identitario tanto en el campo pro Palestina como en el campo pro Israel.

Pasarela de moda y constructo de marketing pero también ágora política –lo saben Jane Fonda y Marlon Brando, Richard Gere y Michael Moore–, la entrega del Oscar ofrecía a ambos directores la oportunidad de un pronunciamiento político.

Como el Bartleby de Melville, Nolan prefirió no hacerlo: habló de su equipo, de su esposa que es también su productora, santas pascuas. Glazer, en cambio, sí que habló.

No sólo es el director de La zona de interés judío –bisnieto de sobrevivientes de pogroms, educado en escuelas judías, pasado por el kibbutz– sino que su película es una denuncia sin ambages del Holocausto. Tales fueron sus credenciales para proferir a propósito de su película: “Nuestras elecciones buscaron reflejar el presente y confrontarnos en él: no decir ‘Miren lo que hicieron entonces’ sino ‘Miren lo que hacemos ahora’.

Nuestra cinta muestra a dónde conduce la deshumanización en su peor forma... Hoy comparecemos como hombres que refutan su condición judía, y que el Holocausto haya sido secuestrado por una ocupación que ha llevado al conflicto a tantas personas, trátese de las víctimas del 7 de octubre en Israel o del ataque a Gaza en curso.”

El fraseo habría podido ser mejor pero las coordenadas morales son impecables. Amos Oz dice que en la esencia judía residen la duda, el cuestionamiento, la complejidad. El pasado domingo Jonathan Glazer honró ese legado.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

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