PASIÓN POR CORRER

Sin distancias imposibles

Con los pies sobre el asfalto, las ciudades son más que sólo barrios o un conjunto de edificios, son como las recorremos y como las recordamos

OPINIÓN

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Rossana Ayala / Pasión por Correr / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Para un corredor toda ciudad es desconocida e infinita, hasta el momento en que decide ponerse sus tenis, y salir a descubrirla de la mejor manera: corriendo o caminando. No hay nada mejor que nuestras piernas para transportarnos, conocer(se) y reconocer una ciudad que en auto se vuelve invisible. Con los pies sobre el asfalto, las ciudades son más que sólo barrios o un conjunto de edificios, son como las recorremos y como las recordamos: sucias, limpias, bellas, inseguras, con baches, de diferentes estilos y épocas.

Para los antiguos peregrinos, caminar largas distancias y fundirse con el paisaje cumplía la función de poner al cuerpo en comunicación y armonía con el espíritu. Su modo de caminar y el ritmo cadencioso de sus pasos eran como rezos que los llevaban a descubrir verdades profundas y autoconocimiento, la distancia no existía, o al menos no era lo importante.

Ahora, en nuestros días, quienes corren largas distancias lo saben: no hay distancias imposibles. Y es que cuando los pasos son regulares y encuentran su ritmo, emerge la magia y se descubre que todo lugar al que se vaya trotando, caminando o corriendo, se vuelve más cercano. La distancia es relativa, pues ya no se miden en cuadras o en kilómetros, sino en tiempo. Si se dirigen a un punto que está a 10 kilómetros, saben que trotando les llevará poco menos de una hora, y, si caminan, demorarán, tal vez, hora y media.

Para quienes prefieren participar en carreras organizadas, estas son una excelente oportunidad para conocer nuevos lugares y convertirse por unas horas en los dueños absolutos de calles y avenidas, sin semáforos ni el tráfico de autos y demás vehículos. Lo mejor es que corremos en un entorno seguro, al tiempo que descubrimos nuevas zonas y calles que nunca nos habríamos tomado la molestia de recorrer a pie. Los organizadores siempre buscan que sus recorridos atraviesen por las zonas más tradicionales y emblemáticas de cada ciudad. 

Muchos atletas corren los 42 kilómetros y 195 metros sin preocuparse por la marca y se dedican sólo a disfrutar del paseo. Hasta este punto de mi vida, y no me avergüenza confesarlo, en un maratón el componente turístico no se me ha dado mucho, sobre todo, durante la segunda parte de la carrera. Primero, porque voy más pendiente de las sensaciones físicas que de los paisajes urbanos, y, en segundo lugar, porque el cansancio reduce considerablemente mi capacidad de observación y de disfrute.

Tampoco hay que inscribirse y correr un maratón para disfrutar de nuestra ciudad haciendo esto que tanto nos gusta. Los domingos, cuando cierran el centro histórico, trotar desde el Zócalo y recorrer Paseo de la Reforma es una buena experiencia. Muchos entrenan sus largas distancias sobre esta avenida, la primera sección de Chapultepec: suben al Castillo y regresan al Ángel, en total recorren unos 17 kilómetros. Y es que como dice Fito Páez, en su canción Eso que llevas ahí: “Lo importante no es llegar, lo importante es el camino”, y mejor si es el de tu ciudad, recorrido con tus piernas. 

POR ROSSANA AYALA

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