COLUMNA INVITADA

Toro no me mires a los ojos…

En México es complicado criticar el toreo sin llevarse una mentada de madre de sus partidarios y se saque a colación el rollo de la cultura, el arte y superioridad moral

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Mucha gente piensa que hay un afán por prohibir lo que no se entiende que, en este caso, se relaciona, además, con lo políticamente correcto y con un mundo falso basado en la superioridad moral.

Los discursos abolicionistas aderezan sus razones con calificativos ignorantes sobre lo que es la fiesta de toros y sobre sus aficionados. 

Sin embargo, si quitamos todos los adornos respectivos de taurinos y antitaurinos, al final queda el elemento básico de la fiesta de toros: el dolor y la muerte de un animal como elemento de un espectáculo, del que sus defensores no pueden excluir una visión que los lleva a pensar que todo el que se opone lo hace simplemente porque no los entiende (argumento suma cero).

En El fin de la infancia, novela de Arthur C. Clarke, una raza extraterrestre viene a la Tierra y decreta una serie de normas destinadas, entre otros objetivos, a acabar la crueldad con los animales. 

Hay que admitir que esa ficción tiene razón: Quien sufriera en carne propia el tormento que atraviesa un toro en la lidia y viviera para contarlo, no volvería a presenciar una corrida ni querría que se celebraran. 

Para colmo, los toros también son política, como lo acaba siendo todo hoy en México, y así los adjetivos son usados más por su estruendo, de modo que, si se pide la abolición de las corridas, siempre habrá alguien que grite “malditos comunistas” o “chairos de mierda”.

En México es complicado criticar el toreo sin llevarse una mentada de madre de sus partidarios y se saque a colación el rollo ése de la cultura, el arte y la superioridad moral. 

Hay que decirlo, los toros sí son arte y cultura por una razón muy simple: el arte y la cultura son categorías que dependen de una decisión colectiva y quienes niegan esta condición artística del toreo, además de no abrir los ojos, simplemente incurren en el error de querer que las cosas sean según convenga a su opinión. 

Pero el punto aquí es que, en realidad, da igual que sea arte y cultura precisamente porque (en orden de relevancia), el toreo es cruel e implica la tortura y la muerte de un animal. 

En uno y otro caso se sacrifica a un animal y se hace torturándolo hasta el sadismo. 

Quien quiera aceptar que el grado de refinamiento artístico con el que se mate a un toro, marca una diferencia, tendrá que aceptar también que se le acuse de sádico sin querer neutralizar esa acusación recurriendo a lo de la “superioridad moral”.

Puede que los detractores de la fiesta nos creamos buenos y virtuosos, que de suyo es bastante mamón, pero los contrarios en la ecuación no la llevan fácil, pues defienden entonces matar, cosa que es bastante más grave. 

En fin, la plaza reabrió, y con ello la oportunidad para reflexionar que, bastaría con no querer redefinir lo que está bien y lo que está mal en función de aquello con lo que uno comulga y con lo que quiere hacer pensar, en particular, si son ruedas de molino. 

Matar en un espectáculo, se mire por donde se mire, es algo simplemente espantoso.

POR: DIEGO LATORRE LÓPEZ

@DIEGOLGPN

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