RETOS GLOBALES

El Fin de la Privacidad (1)

La mayoría de los usuarios no están conscientes del tratamiento que se da a la información y el contenido de los términos y condiciones a los que se sujeta

OPINIÓN

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Carlos de Icaza / Retos Globales / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por la ONU en 1948, establece en su artículo 12 que nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. 

En México, la Constitución dispone que toda persona tiene derecho a la protección de sus datos personales, al acceso, rectificación y cancelación de los mismos. 

No obstante, en la era digital estos derechos están en entredicho: cada vez que usamos nuestro celular, navegamos por el Internet o realizamos algún trámite en línea, nuestra privacidad puede ser vulnerada. La mayoría de las plataformas digitales distribuyen la información que recopilan a terceros, principalmente para efectos comerciales y de marketing. 

Así millones de personas en todo el mundo comparten información de carácter privado, que incluye nombres, direcciones, números de teléfono, correos electrónicos, información financiera y de salud, entre otros.

En realidad, la mayoría de los usuarios no están conscientes del tratamiento que se da a la información y el contenido de los términos y condiciones a los que se sujeta. 

Además, la mayor parte de esos datos e información se recopilan en plataformas situadas en el extranjero, principalmente en EU y fuera del alcance de las autoridades nacionales que no tienen, por tanto, control alguno respecto al uso de tales datos. 

Hoy en día, la Inteligencia Artificial (IA) multiplica exponencialmente la capacidad de las plataformas digitales y los motores de búsqueda para recopilar información, sin que nada nos garantice que no caigan en manos equivocadas y sean utilizadas con fines ilícitos.   

La IA, en esencia, aprovecha los algoritmos de aprendizaje automático para procesar datos, facilitar la toma de decisiones autónomas y adaptarse a los cambios sin instrucción humana explícita. La tecnología ha invadido casi todas las industrias, los servicios públicos, las finanzas y hasta nuestras comunicaciones diarias. A medida que esta tecnología se expande crea un laberinto de inquietudes sobre la privacidad, desafiando así las legislaciones nacionales de protección de datos personales.

El apetito insaciable de la tecnología por acumular información de usuarios que alimente sus algoritmos de aprendizaje automático ha generado serias preocupaciones sobre el almacenamiento, el uso y el acceso a los datos. ¿De dónde vienen y se almacenan estos datos? ¿Quiénes pueden acceder a la información y bajo qué circunstancias? Estas son preguntas que todos nos hacemos y que aún no tienen respuestas satisfactorias. 

La capacidad de la IA para acumular datos y realizar análisis complejos amplifica las preocupaciones. El potencial de la tecnología para extraer información confidencial, como la ubicación, las preferencias y los hábitos de una persona, plantea enormes riesgos de difusión de datos no autorizada.

Sumada al potencial de robo de identidad y vigilancia injustificada, la IA presenta un conjunto único de desafíos que exigen soluciones proactivas inmediatas por parte de los gobiernos y las organizaciones internacionales.

POR CARLOS DE ICAZA
EMBAJADOR EMÉRITO DE MÉXICO Y EX SUBSECRETARIO DE RELACIONES EXTERIORES

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