CASCABEL AL GATO

Las tres etapas del obradorismo

La capacidad electoral y de movilización de Morena fue la novedad en esta segunda fase. Con base social propia, el obradorismo se hizo menos dependiente

OPINIÓN

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Adrián Velázquez Ramírez / Cascabel al Gato / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Pese a que el obradorismo es un fenómeno reciente, es posible identificar tres fases en la trayectoria de este movimiento. La primera inicia en aquel turbulento 2006.

La embestida del gobierno de Vicente Fox contra el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México prendió la mecha que, con el tiempo, terminaría provocando un vuelco en la historia política del país. Un sector de la sociedad encontró en el discurso de López Obrador un marco para dar forma a múltiples descontentos y demandas insatisfechas.

Mientras gran parte de la dirigencia política, intelectuales y comunicadores cantaban loas por la inminente “modernización” del país, López Obrador señalaba que ese proyecto estaba basado en la exclusión y el empobrecimiento de gran parte de la población.

Su lema, “Por el bien de todos, primero los pobres”, tenía el tono de una advertencia. Un modelo que generaba tanto daño social, nunca podría ser políticamente sustentable. Varios entendieron el mensaje y decidieron apoyarlo. El objetivo planteado por López Obrador siempre fue muy claro: construir una mayoría electoral que permitiera plantear una alternativa a aquel modelo.

El obradorismo fue, desde su surgimiento, un movimiento político-electoral que se propuso disputar los cargos de elección popular, llevando la lucha social a las instituciones de representación democrática. Para lograr este objetivo, López Obrador supo construir un sistema de alianzas que involucraba distintos grupos sociales: la clase trabajadora pauperizada, clase media profesionista, intelectuales, artistas y movimientos sociales.

El 2018 marca un punto de inflexión y el inicio de una segunda fase. No sólo López Obrador ganó la Presidencia, sino que la contundencia de su triunfo catapultó a Morena a convertirse en la organización política más numerosa en América Latina. Pocos casos hay en la historia en el que un partido político lograra, en tan poco tiempo, consolidar una organización de tal magnitud.

El ejercicio de gobierno es arduo y durante este sexenio aquella alianza social inaugural fue mutando. La capacidad electoral y de movilización de Morena fue la novedad en esta segunda fase. Con una base social propia, el obradorismo se hizo menos dependiente de ese sistema de alianzas.

El actual proceso electoral plantea el inicio de una tercera fase que abre un enorme desafío para este movimiento. Y no porque la oposición le esté dando batalla. Si no porque, en buena medida, la campaña de Claudia Sheinbaum definirá la identidad del movimiento post López Obrador.

De ahí que sea fundamental que su campaña sea capaz de expresar un nuevo sistema de alianzas. Más allá de lo electoral, estos meses definirán buena parte de la dinámica que caracterice a esta tercera fase del obradorismo.

POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ

COLABORADOR

@ADRIANVR7

MAAZ