LA ENCERRONA

Nadie por encima de la ley

“L'État, c'moi” Louis XIV

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Una vez más, López Obrador arremete con la prensa y sus hacedores. Los hechos: unos reportajes por parte del New York Times y de ProPublica respecto a que en la campaña presidencial de 2006, presuntamente, el equipo del actual presidente recibió dinero proveniente del crimen organizado.

Reportaje que, aunque desmentido por el propio gobierno de Estados Unidos, causó mella en el halo presidencial, en sus cercanos, en los medios nacionales y en las otrora “benditas redes sociales”, con la etiqueta #NarcoPresidente, logró dos semanas siendo tendencia.

Es sabido que cuando el inquilino de Palacio Nacional no controla una situación, cualquiera que esta sea, arremete con todo en  las mañaneras- y también a través de todos sus simpatizantes, fanáticos y bots para contener el tema en cuestión o, mejor aún, distraer la atención con algo más, algún adversario o una reforma ocurrente.

Ya ha sucedido con las manifestaciones del 8M, la serie de amparos en materia energética, los reveses del Poder Judicial ante sus planes A y B, los constantes señalamientos a sus “megaobras” por sus desastrosos resultados (Dos bocas, AIFA, Tren Maya). Así ha sido todo el sexenio y ahora cuando se encuentra en el ocaso del poder se va acentuar cada día más.

Lo preocupante es que lo dicho en su conferencia matutina no es un error, no hubo una falla en su discurso, lo cree totalmente. “Por encima de esa ley, está la autoridad moral, la autoridad política…”, ergo, por encima de la ley, de la Constitución, de México, estoy yo, su padre protector y controlador.

El estado soy yo, diría Luis XIV. Con esto se retrata de cuerpo entero, no me importa nada ni nadie, solo yo y mis designios, parecería decir el presidente que se cree monarca. No le importa la integridad de los reporteros ni de la prensa en general, incluso le estorba.

En un país donde asesinan y amedrentan a periodistas de manera cotidiana y que tiene cifras más altas que Ucrania, país en guerra, esto es inadmisible y sobre todo, peligroso.

Esa animadversión hacia la prensa, local o extranjera, es un concepto del diccionario del autócrata, aquel mandatario que solo busca las alabanzas cortesanas y le molesta que alguien lo señale con la verdad. Tachar al New York Times de pasquín es un error que solo Nixon cometió.

También es una muestra de que sus reformas y, particularmente, la desaparición de los organismos públicos autónomos, son para debilitar al estado de derecho y a la democracia misma.

Así, con reprimendas como “pues cambia tu número”, al presidente se le nota descolocado y fuera de quicio. Quizá sea por la depresión de dejar el poder o porque se evidencian sus ganas de dejar un país -a modo- del gobernante en turno.

Preocupante que el presidente siga por este derrotero hacia el final de su sexenio, no pondrá en riesgo a su supera, sin embargo le puede dejar un México con divisiones más profundas y con un marco institucional muy endeble que, de manera urgente, tendrá que restituir olvidándose de los problemas estructurales que aquejan a la sociedad.

No solo son dichos ni frases al azar, el presidente y sus aforismos en realidad ponen en peligro a las personas que realizan periodismo y, de paso, a quien no piensa como él, a quienes creemos que nadie puede estar por encima de la ley.

POR ADRIANA SARUR

COLABORADORA

ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM  

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