POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

Vetos cruzados

El poder de veto en el Consejo de Seguridad fue la condición sine qua non que Stalin y Roosevelt impusieron al mundo para la creación de la ONU

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El mundo no está viviendo una nueva guerra fría, como la que enfrentó a Estados Unidos con la desaparecida Unión Soviética entre 1945 y 1990. En aquel periodo los intercambios económicos, turísticos, tecnológicos y educativos entre las dos superpotencias eran casi inexistentes.

La economía soviética nunca fue la segunda más grande del mundo. Había una confrontación geopolítica, que incluía el despliegue de grandes arsenales nucleares.

La Unión Soviética fue un Imperio a la vieja usanza. Al final de la segunda guerra mundial impuso su dominio a sus vecinos en Europa Oriental después de haberlos ocupado militarmente. Pero tenía pies de barro.

La guerra fría terminó por su fracaso económico y tecnológico. 

El mundo actual es multipolar en el plano económico, comercial y tecnológico. China es la segunda economía más grande del mundo, y podría en algunos años desplazar a Estados Unidos del primer lugar. Es una superpotencia tecnológica. Está plenamente integrada en la economía mundial.

Es el primer o segundo socio comercial de la mayoría de las naciones del mundo, incluyendo a Estados Unidos. Rusia también está integrada en la economía mundial, aunque no es una potencia económica ni tecnológica de primer orden.

Lo que vivimos actualmente es un periodo de mayor competencia hegemónica entre China y su aliada Rusia, y Estados Unidos.

Después de dos años de una guerra de desgaste en Ucrania, en el Congreso en Estados Unidos y en algunos parlamentos europeos hay un cuestionamiento a seguir apoyando a Ucrania para que resista la invasión rusa.

Putin no ha logrado imponerse hasta ahora. Pero se le nota más asertivo y represivo en política interna. Por lo pronto, ha logrado reducir el costo de las sanciones occidentales redirigiendo sus exportaciones a China, India y otros países.  

La nueva competencia hegemónica también incluye una nueva carrera nuclear. Estados Unidos anuncia la renovación de sus arsenales.

China los desarrolla a toda velocidad, mientras que Rusia agrede a sus vecinos, y llega al extremo de amenazar con utilizar armas nucleares. China amenaza con anexar a Taiwán por la fuerza.

Por su parte, en el conflicto en Gaza, Estados Unidos mantiene un apoyo inquebrantable al gobierno de Netanyahu, controlado por grupos fundamentalistas, y completamente opuesto a la única solución posible del conflicto, la formación de dos estados, uno israelí y otro palestino, con fronteras seguras y reconocidas. 

Las tensiones geopolíticas se aprecian con toda nitidez en la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU. Durante dos años, el Consejo no ha podido rechazar la invasión rusa de Ucrania por el veto de Rusia.

De la misma manera, el veto de Estados Unidos ha impedido al Consejo dictar el cese al fuego para detener las acciones militares israelíes en Gaza contra la población civil palestina.

El único poder que podría detener a Netanyahu se niega a hacerlo. En ambos casos, las dos potencias han ejercido su poder de veto frente a una opinión pública mundial ampliamente mayoritaria que exige el fin de las dos agresiones.

Los conflictos en Ucrania y en Gaza no encuentran una vía de solución porque el Consejo de Seguridad de la ONU es rehén de los vetos cruzados de Rusia y Estados Unidos.

El poder de veto en el Consejo de Seguridad fue la condición sine qua non que Stalin y Roosevelt impusieron al mundo para la creación de la ONU.

Sin ese privilegio para las cinco potencias vencedoras en la segunda guerra mundial (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, China y Francia), que se convertirían en los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, seguramente la ONU no habría nacido en la Conferencia de San Francisco de mayo-junio de 1945. 

Sin embargo, para su crédito histórico, en la Conferencia de Chapultepec celebrada unos meses antes (febrero-marzo de 1945), y en la misma conferencia de San Francisco, México se manifestó contrario al poder de veto de las cinco potencias y se abstuvo en la votación correspondiente.

Sostuvo que el veto era una prerrogativa exorbitante que podría hacer fracasar a la naciente organización mundial. Solo podría ejercerse en circunstancias extraordinarias para el mantenimiento de la paz, y nunca como instrumento de las potencias para proteger sus intereses o designios nacionales.

La parálisis del Consejo ha llevado a muchos a exigir la reforma de las Naciones Unidas.

Pero cualquier reforma de fondo de la Organización requiere del acuerdo de los actuales cinco miembros permanentes del Consejo. Es seguro que no van a renunciar a sus privilegios. 

Lo único que podría poner término a los conflictos en Ucrania y Gaza sería una gran negociación entre las potencias. Sin su voluntad, no será posible alcanzar acuerdos.

Pero una gran negociación exige, entre otras cosas, de grandes estadistas, que hoy no aparecen por ningún lado. Más bien, lo que asoma en el horizonte es la posibilidad del regreso de Trump al gobierno en Estados Unidos. Indudablemente, eso es lo que esperan y desean sus amigos Putin y Netanyahu.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS, ES DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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