MIRANDO AL OTRO LADO

La encrucijada histórica

La nueva Guerra Fría mundial va, y con mucha fuerza. Los frentes de guerra calientes son varios: Ucrania y Gaza

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La nueva Guerra Fría mundial va, y con mucha fuerza. Los frentes de guerra calientes son varios: Ucrania y Gaza son los más notorios. México es otro frente en esa guerra, y enfrenta graves peligros. México tiene retos desde la geopolítica mundial.

El frente de conflicto existe porque López Obrador ha querido transferir las tradicionales lealtades político-ideológicas de México hacia Estados Unidos y Europa, y trasladarlas a Rusia y China. Obviamente el gran obstáculo a esa mudanza de fidelidades es la economía.

La economía mexicana es parte de la economía doméstica de Estados Unidos y de Canadá. No hay manera de separar los intereses económicos de México de los intereses de América del Norte.

Además, el vínculo social entre los países de América del Norte es profundo. Viven millones de mexicanos en Estados Unidos y les interesa que la buena vecindad perdure entre ambas naciones. Los mexicanos radicados allá sienten ser dueños de una doble identidad, que es su doble nacionalidad.

Nada de ese vínculo económico o social existe entre México, Rusia y China. Pero, por razones estrictamente ideológicas y de persuasión personal del Presidente López Obrador, México le está abriendo las puertas a los enemigos de Occidente, mientras les cierra las puertas a Estados Unidos en México.

Desde el primer día de su gobierno, López Obrador se lanzó contra la presencia de elementos de inteligencia de Estados Unidos en México. Especialmente contra aquellos que, como la DEA, se dedican a combatir el narcotráfico. Tal es la fobia del Presidente contra los agentes estadounidenses, que ordenó a sus legisladores modificar la Ley de Seguridad Nacional para impedir la operación de esos órganos de inteligencia en México.

Pero su acción reveló una marcada preferencia ideológica. Mientras les exigía a los agentes de la DEA entregar su información recabada al gobierno mexicano y les retrasaba el otorgamiento de visas, el trato a otros países fue más que complaciente. A partir de la gestión de López Obrador, el gobierno ruso ha establecido una de sus misiones de espionaje más grandes del mundo en nuestro país, que opera sin cortapisas.

Por otro lado, se ha planteado la compra de tecnología china para vigilar las aduanas en la frontera norte, permitiendo a ese país asiático una visión privilegiada de todo lo que entra y sale del país, otorgándole una ventaja comercial en materia de información crucial, especialmente en el campo de la alta tecnología, sustancias químicas como fentanilo y minerales preciosos.

Además, el gobierno mexicano ha permitido que actúen en el país operativos de espionaje y de seguridad de Cuba y Venezuela, también sin cortapisas, como sucede con los rusos, sin observancia de la Ley de Seguridad Nacional, contrastando la aplicación de esa normatividad a los organismos estadounidenses. Por lo menos la mitad de los supuestos “médicos” cubanos en México son agentes de seguridad.

Pero el ingreso de aparatos de espionaje e inteligencia a nuestro país era solamente el inicio del gran viraje en la intención de relacionar a México con el bloque euroasiático de regímenes autoritarios y antidemocráticos.

México invitó al dictador cubano a hablar a las Fuerzas Armadas mexicanas en el desfile del 16 de septiembre del 2021 en el zócalo capitalino, dos meses después de haber ordenado a sus Fuerzas Armadas reprimir y encarcelar a manifestantes que exigían libertad en la Isla.

La intención de López Obrador era clara: legitimar el uso de la fuerza para reprimir a demócratas en la Isla caribeña. Un día después del desfile militar, en la reunión de CELAC, también celebrada en México, fue invitado, vía zoom, el Presidente Xi, de China, a clausurar tan distinguida concurrencia. Cuba y China fueron los actores privilegiados en esos eventos auspiciados por López Obrador. El tono político de ambos eventos era notoriamente anti estadounidense.

Sin embargo, lo que movía, y mueve, a la economía mexicana durante y después de la pandemia del Covid es la relación privilegiada comercial con Estados Unidos. Actualmente todo el fenómeno de la relocalización económica de Asia hacia Estados Unidos hace que la economía de América del Norte sea un gran motor de recuperación para México.

El hecho de que México sea un exportador de bienes por encima de China hacia Estados Unidos describe que todo lo mexicano existe en función de esa relación estratégica con el norte. Pero López Obrador ha postulado que Estados Unidos es una potencia decadente y China una en ascenso, para justificar su supuesto viraje “asiático”.

La conducta del gobierno mexicano es, por tanto, incomprensible. Insulta, patea y ofende al socio liberal que asegura que haya millones de empleos en México, mientras acaricia y coquetea con países cuyo interés estratégico es destruir la fuente de alimentación de los mexicanos.

Pero el problema es incluso más grave para México. El gobierno mexicano rompe con las reglas del T-MEC, ese acuerdo comercial que cimenta la relación bilateral. Exporta acero y aluminio chino a Estados Unidos, fingiendo que es producto mexicano.

Es decir, miente y quiere engañar al socio, aunque no lo logra. Lo único que genera es desconfianza y la decisión del otro lado de amenazar a nuestro país con aranceles. Y sucede lo mismo con los energéticos, alimentos, la minería y los productos farmacéuticos. Reina la inconformidad y la desconfianza en la relación bilateral.

Y las cosas llegan a un punto de ruptura con el tema del narcotráfico, fentanilo, inseguridad y la migración. Porque todos esos temas están íntimamente relacionados. La política de concesión al narcotráfico de López Obrador está llegando a un punto de ruptura en la relación entre México y Estados Unidos.

Los diversos reportajes periodísticos recientes relacionando al narcotráfico con López Obrador tienen una lectura evidente: Washington le está diciendo al Presidente mexicano que debe romper sus lazos con el narcotráfico. Y de no hacerlo le espera el mismo destino del ex Presidente de Honduras: extradición y cárcel en Estados Unidos.

Para el gobierno de Estados Unidos es un hecho establecido que AMLO y sus hijos tienen relaciones peligrosas con el narcotráfico mexicano. Se presume que llegaron al poder con ese apoyo, y que quieren seguir gobernando con el apoyo del crimen organizado durante el próximo gobierno.

El cambio del responsable de la política hacia México y América Latina en Washington no podría ser más revelador: proviene del Pentágono y de los servicios de seguridad e inteligencia. Aparte de recomendar subir el nivel de conflicto comercial con México en las negociaciones del T-MEC e impulsar las publicaciones sobre López Obrador y el narcotráfico, también ha impulsado otro cambio importante en la política de Washington hacia México.

México siempre fue considerado un país amigo y estratégicamente comprometido con las causas de América del Norte. Por esa razón, México y sus Fuerzas Armadas eran parte integral del Comando Norte, con acceso a la inteligencia privilegiada que esa relación representaba.

A raíz de la nueva amistad de México con Rusia y los servicios de inteligencia de países no amigos de Estados Unidos, nuestro país ha sido excluido del Comando Norte y enviado al Comando Sur, donde están los países problemáticos por narcotráfico, regresiones autoritarias y con severos conflictos sociales internos.

México ya no es un socio confiable para Washington. México está metido en una encrucijada. La gran incógnita es: ¿qué va a sacrificar México con su nueva ruta: su estabilidad económica y política con Estados Unidos o su amistad ideológica con los enemigos de Estados Unidos? Las dos rutas son incompatibles.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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