COLUMNA INVITADA

Ciencia y conciencia, a favor de la vida de todos

Luego de las tristes experiencias vividas en la II Guerra Mundial, necesitamos renovar nuestras convicciones para no dejar a nadie en la vereda del camino

OPINIÓN

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Rodrigo Guerra López / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace 30 años, el papa san Juan Pablo II creaba la Pontificia Academia para la Vida, es decir, una comunidad internacional de científicos dedicados a la bioética, el bioderecho, la biomedicina y la biotecnología, destinada a ofrecer a la Iglesia católica el estado del arte en todas estas áreas, con el fin de que la dignidad de la persona humana pueda promoverse desde la concepción y hasta la muerte natural, de manera competente y racional.

El primer presidente de esta Academia fue Jérôme Lejeune, pediatra francés, director del Centro Nacional para la Investigación Científica, fundador de la cátedra de genética en la Universidad de la Sorbona, y descubridor de la trisomía en el par veintiuno, es decir, descubridor del origen genético del síndrome de Down. Por largos años, luchó para que los niños con síndrome de Down gozaran plenamente del derecho a la vida. Sufrió diversos ataques e incomprensiones. Sin embargo, su calidad humana y científica le dio un enorme reconocimiento hasta su muerte, acaecida en 1994. El 21 de enero de 2021 fue declarado “venerable” por parte del papa Francisco, y su causa de beatificación se encuentra en curso.

El recuerdo de la figura de Lejeune, y de su esposa, Birthe, me invita de inmediato a pensar cuán radical debe ser el compromiso a favor de la igualdad y la no discriminación de ningún ser humano. La dignidad no se le regatea a nadie. Cuando el papa Francisco habla de la expansión de una “cultura del descarte”, justamente coloca el dedo en la llaga: el puro pragmatismo, el puro desarrollo tecno-científico, es incapaz de leer e interpretar adecuadamente las exigencias fundamentales derivadas del valor inalienable de toda persona. 

En la más reciente Asamblea de la Academia para la Vida, Francisco ha querido subrayar la necesidad del “desarrollo de una cultura que, integrando los recursos de la ciencia y la técnica, sea capaz de reconocer y promover lo humano en su irrepetible especificidad”. Así mismo, ha indicado que es preciso cultivar la “libertad de espíritu, apertura a aventurarse por caminos inexplorados y desconocidos, liberándose de todo “indietrismo” estéril” (12 de febrero 2024). En efecto, colocar lo más específicamente humano al centro y evitar el miedo para avanzar en la comprensión del misterio de la vida y de sus consecuencias éticas, son parte del itinerario, no sólo de esta Academia científica, sino de la civilización en su conjunto en el momento actual.

En tiempos en los que la racionalidad puramente instrumental vuelve a campear como criterio supremo de desarrollo, los más vulnerables y marginados necesitan volver a tener defensores de su dignidad desde la ciencia. La ciencia sin consciencia puede devenir en una maquinaria social que opere al margen de los derechos fundamentales. Luego de las tristes experiencias vividas en la II Guerra Mundial, en las que muchas personas fueron sacrificadas en programas de experimentación biomédica sin conciencia, necesitamos renovar nuestras convicciones para no dejar a nadie en la vereda del camino. Y mucho menos para sacrificar a seres humanos vulnerables, cuando más solidaridad y cuidado necesitan.

POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ, SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
E-MAIL: RODRIGOGUERRA@MAC.COM 

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