EN LOS MARES DE LA EDUCACIÓN

Ni aquí ni allá: fronteras educativas para niños migrantes

Los niños, migrantes o no, tienen el deseo y el derecho de adquirir los conocimientos que necesitan

OPINIÓN

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Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

A la memoria de doña Elena y Alejandra, quienes tanto se ocuparon de los menesterosos.

Hace unos días, alguien que aprecio me mandó un mensaje para expresar su consternación. Colabora en un albergue para migrantes y, aunque normalmente apoya a adultos, ha notado que cada vez hay más niños.

En una ocasión algunos de ellos le pidieron, con ganas de aprender, que les enseñara matemáticas. Al pedirles que hicieran operaciones básicas, sumas y restas, se dio cuenta de que carecían de los conocimientos más elementales.

“Había una niña de 9 años —cuenta— que no sabía leer ni escribir ni sumar ni restar ni nada; la puse a escribirme los números porque me dijo que sí se los sabía… y todos chuecos”. Otra niña, de 13 años (“la mejor de todos”), sabía sumar, pero las restas de dos dígitos se le complicaban. También sabía multiplicar con las tablas; dividir, no. Tenía seis meses sin ir a la escuela.

Estos casos no son meramente anecdóticos. Según la Unesco, en América Latina y el Caribe alrededor de 3.7 millones de niños y adolescentes están desplazados o en movimiento y, por tanto, se han visto obligados a interrumpir sus estudios.

Este obstáculo se suma a una trayectoria educativa de por sí accidentada, con carencias académicas preexistentes que sólo se profundizaron con el cierre de las escuelas durante la pandemia.

¿Qué pasará con esas niñas cuando lleguen a su destino? No sólo tendrán que adaptarse a una cultura diferente, sino que tendrán que aprender a leer y escribir en un idioma ajeno cuando ni siquiera saben hacerlo en el propio.

A pesar de actitudes generalmente positivas hacia el aprendizaje, reporta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que el rendimiento de los estudiantes migrantes en matemáticas, lectura y ciencias suele ser más bajo que el de sus compañeros y, en consecuencia, tienen más probabilidades de reprobar y abandonar sus estudios.

Los niños migrantes también tienen un acceso más limitado a una educación de calidad. Es cierto que corresponde a los países receptores diseñar políticas que cierren las brechas educativas entre migrantes y no migrantes, pero ello no exime a los países expulsores de su responsabilidad.

Los niños, migrantes o no, tienen el deseo —y el derecho— de adquirir los conocimientos que necesitan para enfrentarse al mundo, independientemente de las fronteras. Para frustración de muchos, ese deseo permanece insatisfecho.

POR ANTONIO ARGÜELLES

COLABORADOR

@MEXICANO_ACTIVO

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