MIRANDO AL OTRO LADO

Hora de marchar para rescatar

¿Acaso salir a las calles para expresarse equivale a rescatar a la nación?

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¿Acaso salir a las calles para expresarse equivale a rescatar a la nación? Hay quienes dirán que es necesario llenar las calles para hacerse sentir y hacer presente las demandas de un sector grande de la sociedad. También hay quienes dirán que no sólo no es bueno, sino que no es necesario porque crea caos y confusión en los procesos de discusión y debate nacionales.

Hay posiciones a favor y en contra. Es un buen debate. Es un debate que emerge de un contexto específico. Arrecia seriamente en los prolegómenos de un proceso electoral considerado por todos como crucial para el futuro del país. Habrá quien sostenga que una victoria de los postulados de Morena es indispensable para consolidar un proceso iniciado por el actual gobierno y que es necesario continuar por el mismo rumbo. Habrá quien plantee que continuar por el mismo rumbo significa conducir a México a un precipicio de autoritarismo, pérdida de libertades y al sistema de un sólo partido.

Ese debate ha generado un ambiente de confrontación y división en el país. Algunos lo llaman polarización. De hecho, el ambiente político está lleno de agrios epítetos, lanzados de un lado de la cancha al otro, y de vuelta. Hay un dato incontrovertible: en el ápice de la discusión se encuentra La Mañanera.

Esa supuesta conferencia de prensa que, realizada diariamente, es un instrumento no para informar a la ciudadanía, sino para descalificar, etiquetar, denostar y culpar a todo aquel o aquella que ose cuestionar las acciones y decisiones del gobierno y, muy particularmente, de quien ostenta la Primera Magistratura de la nación.

Específicamente, es el Presidente quien define el tono, la calidad y el valor del debate nacional, por la sencilla razón de que es mandatario y ha establecido un control férreo sobre los medios de comunicación todas las mañanas. Ese control férreo existe porque aunque los medios de difusión tengan diferencias de opinión o criterio con lo que manifiesta en su soliloquio el Presidente, todos los medios están pendientes de lo que dice en sus conferencias de prensa.

Ese “tono, calidad y el valor del debate nacional” que impone AMLO a la conversación política es de una ríspida confrontación con amplios sectores de la sociedad. Ha logrado enajenar a amplísimos sectores de la población por las más diversas razones. Lo que sí está presente en todas sus opiniones es el marcado desprecio por la gente que critica, la sorna como tono que emplea y la invención de datos, dichos y hechos para sostener sus posicionamientos.

Podemos hablar de las “víctimas de la 4T” con toda certeza. Mujeres, niñas y niños, jóvenes, campesinos, periodistas, intelectuales, empresarios, médicos, académicos, investigadores, clases medias en general, y muchos más. Todos han sido insultados y ofendidos con los dichos y las acciones del Presidente. Lo increíble es que no le importa.

La sociedad tardó cierto tiempo en reaccionar ante la conducta del Presidente. En un primer momento, había la noción de que iría recapacitando en su conducta, buscando actos de reconciliación. Pero cuando no sucedió, algunas voces empezaron a escucharse, articulando la necesidad de organizar formas de resistencia a la embestida oficialista.

Los partidos políticos que fueron brutalmente derrotados apenas lograban balbucear ideas sueltas e inconexas acerca de cómo enfrentar la nueva realidad que nunca había vivido. Estaban lo que le sigue de desconcertados y perdidos en la escala de Richter por estar disminuidos y carentes de toda influencia sobre los hechos y las decisiones del país. No alcanzaban a entender el mazazo recibido en las elecciones del 2018.

La pandemia desarticuló a la sociedad totalmente. El movimiento de mujeres que había adquirido una extraordinaria fuerza en 2019 y 2020, incluyendo el haber realizado una exitosa huelga nacional de “un día sin mujeres”, se difuminó abruptamente. El miedo a la enfermedad inesperada aisló e individualizó la existencia de una gran mayoría de la nación.

En ese tiempo, y colocado ante una sociedad inerme, el Presidente aflojó su supuesto “programa de gobierno”. Todo parecía estar bajo control. Pocas eran las expresiones de resistencia. La interpretación oficial de ese momento de la historia del país era que la 4T había triunfado en toda la línea.

Pero fue una percepción equivocada, producto de la enfermedad que destruye a todos los políticos que gobiernan sin sabiduría, aunque con astucia: la soberbia.

Lo que no se vio, ni se consideró relevante, era la organización de franjas de la sociedad civil que se empezaron a organizar, ante el vacío que dejaron los partidos políticos despistados y abrumados por su derrota, pero también del gobierno de la 4T que no lograba reacción ante la pandemia, no quería gastar dinero en la recuperación del país, y, por tanto, permitió la muerte de cerca de un millón de personas víctimas de Covid.

Esa organización ciudadana que despertó y exigió a los partidos unirse en un frente común y que dejaran atrás sus diferencias ideológicas y programáticas. Esa necesidad de unirse que vió con nitidez la sociedad civil sin embargo se tardaron en entender los partidos, tan anonadados por sus derrotas y por las mezquindades de su burocracias internas.

La coalición electoral de 2021 de la oposición no habría sucedido de no haber existido esa exigencia de la sociedad civil en la importancia de su conformación. Los partidos resistieron ese llamado, pero se impuso la realidad: o se unían o serían avasallados por el oficialismo.

Los partidos políticos-todos-reaccionan como sólo ellos saben hacerlo: en defensa de intereses internos, de sectas y grupos, imponiendo candidaturas que generan malestares, nuevas soberbias y rupturas, grandes y chicas. Sucede lo mismo por todos lados.

Hoy estamos ante una encrucijada que bien puede definir la continuidad de la República liberal como la conocemos, o aceptar nuestro deslizamiento hacia las aguas negras del autoritarismo, un narco Estado y el militarismo corrompido.

Las elecciones sí serán definitorias para el futuro. Y la sociedad civil está llamada a reaccionar con toda la fuerza que ha acumulado en la reciente agonizante travesía política.

Hoy su misión es, quizá, más trascendente que nunca. Debe imponer la racionalidad y claridad de los objetivos a perseguir en estos momentos aciagos. No es hora de pequeños vicios y miradas cortas. Está en juego la República, y la sociedad civil tiene el privilegio de la visión cristalina sobre los objetivos de corto, mediano y largo plazo.

Por esa razón, cuando llenemos el zócalo hoy, 18 de febrero, es para afirmar colectivamente que aquí seguimos y cada día somos más, firmes conforme avanza el proceso y más resueltos en nuestra determinación por obligar a los rezagados y los temerosos de perder algo suyo que este es el momento para actuar con generosidad al realizar la gesta colectiva de salvar a México de su perdición y abocarnos, luego, a la tarea de la reconstrucción nacional.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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