COLUMNA INVITADA

Vivir en tierra de nadie

Hoy en día, cualquier persona medianamente informada tiene la noción, imprecisa o no, de que Haití es un Estado fallido

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Haití fue la primera república negra en independizarse y la segunda colonia americana en hacerlo, después de Estados Unidos.

La hazaña significó para esta nación un costo altísimo y se inserta, (el verbo en presente porque a la isla su historia la persigue de manera cruel) en una trama en la que el colonialismo europeo y la dinámica del amo y el esclavo han exhibido su peor cara, si es que es posible que ambos fenómenos, sobre todo el segundo, tengan un rostro amable.

Desde su emancipación de la Francia imperial del siglo XIX la historia de la remota isla caribeña no conoce otro escenario que el de la tragedia.

El imperante racismo decimonónico, el pago de 150 millones de francos en oro, que Francia exigió a la naciente república por el simple hecho de tomar la decisión de ser libres (vaya ironía la de los galos, ilustres autores del siglo de las luces), su nada favorable posición geográfica y un decidido bloqueo comercial por parte de las potencias de aquella época, Reino Unido, España y Francia principalmente, condenaron a los haitianos a un destino fatal.

Este breve, brevísimo acotamiento histórico del país caribeño no exagera el hecho de que su mito fundacional ha sido para este país su salvación y su perdición: ser la primera nación negra en independizarse en un mundo dominado por la cultura blanca fue, insisto, una osadía de características prometeicas que padecen hasta la actualidad.

Desde que se erigió como una república independiente, Haití ha pasado por una serie de crisis políticas y económicas interminables que se han agravado además con las constantes intervenciones de potencias extranjeras.

Hoy en día, cualquier persona medianamente informada tiene la noción, imprecisa o no, de que Haití es un Estado fallido.

Desafortunadamente para los haitianos, la realidad que viven día a día es un morboso titular de nota roja desde hace ya demasiado tiempo, desde sus penurias como incipiente país soberano, a las ocupaciones extranjeras, a la dictadura de Papa Doc, sucedida por su vástago Jean-Luc Duvalier, y de ahí en adelante, una espiral interminable de ingobernabilidad, carestía económica, emergencias sanitarias de diversa índole y una clase política corrupta e indolente, han trazado la ruta de horror por la que la gran mayoría de los haitianos tiene que transitar el resto de sus vidas.

En días recientes, y después de años de caos político y social, la información que nos llega de la isla es que está al borde de una guerra civil, ya que no tiene presidente y solo cuenta con un primer ministro cuyo papel político es meramente testimonial y la sociedad lo quiere fuera del cargo.

Ante un Estado erosionado, el auge de bandas criminales empieza a apoderarse de barrios y zonas enteras de Puerto Príncipe, capital del país, sembrando terror y zozobra en una población ya de por si diezmada ante el interminable calvario al que se reduce sus vidas.

Esta semana, el presidente de República Dominicana, Luis Abinader, envió en mensaje contundente a la ONU sobre el riesgo de que la efervescencia social y política de su vecino derive en una guerra civil que alcance a sus conciudadanos y que terminé afectando a la isla entera.

Al parecer, han comenzado nuevas negociaciones para una intervención de la ONU en el país caribeño, sin embargo, la organización no ha tenido buenas experiencias ya que su última misión de paz fue un desastre: accidentalmente los cascos azules arrojaron aguas residuales al principal río del país que suministra el agua potable a los haitianos, provocando así un brote colera que cobró la vida de miles de personas.

Por esa razón, gran parte de la población no ve con buenos ojos una segunda intervención de la ONU, no obstante la situación es tan desesperada, que probablemente la isla no tenga otra opción que acceder a la intromisión de un agente externo, otra vez, con la esperanza de que en esta ocasión no acabe empeorando el ya de por sí difícil panorama para una sociedad habituada a vivir dolorosamente en tierra de nadie.

POR JAVIER GARCÍA BEJOS

COLABORADOR

@JGARCIABEJOS

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