COLUMNA INVITADA

2024: urge sentido de urgencia

Quizá por esta saturación de hipérboles, muchas personas han perdido la capacidad de ver aquello en verdad trascendente: es el caso de las elecciones de 2024

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Los políticos, militantes, analistas y medios suelen exagerar la realidad, sobre todo en campaña. En tiempos electorales casi cualquier cosa ordinaria es bautizada como “hecho inédito”: tal candidato dio un “discurso histórico”, se califica a la más insustancial arenga de templete; tal suceso constituye un “punto de inflexión”, se dice del evento más insignificante. Y claro, todo es una “amenaza inminente”, una “oportunidad única”, etc.

Quizá por esta saturación de hipérboles, muchas personas han perdido la capacidad de ver aquello en verdad trascendente: es el caso de las elecciones de 2024. Estos comicios, en ya poco más de tres meses, sí serán un momento definitorio para México, en lo inmediato y en el largo plazo; pero poca gente parece dimensionar, en serio, sus implicaciones.

He atestiguado, en diversas etapas de mi vida, los tres grandes procesos electorales de este siglo: el de 2000 como adolescente, el de 2006 como universitario, y el de 2018 como funcionario público. En todos, más allá de las preferencias personales, se respiraba un sentido de urgencia, se palpaba una consciencia nacional de lo que estaba en juego: el fin del partido hegemónico; la incertidumbre de un país dividido; la expectativa del lopezobradorismo.

Claudia Sheinbaum promete explícitamente la continuidad y profundización del proyecto de degradación democrática, estatismo y derroche demagógico que, de consolidarse, significaría el regreso a ese autoritarismo empobrecedor, aferrado al poder mediante el clientelismo y la mano dura, del que apenas habíamos escapado; empeorado ahora con militarismo y la entrega al crimen organizado. Pese a ello, muchas personas que rechazan a López Obrador, si bien preferirían un cambio, tampoco parecen apreciar una amenaza grave.

Hay, es cierto, figuras de oposición muy críticas (intelectuales, comunicadores, activistas), que a diario alertan sobre los peligros a nuestros derechos y libertades. Hay un segmento ciudadano concientizado (por ejemplo, quienes han salido a marchar y lo harán este domingo). Pero esos sectores verdaderamente preocupados, movilizados, resultan minoritarios. Habitan en las redes sociales y en nichos especializados del debate público.

El resto, el grueso de la población, se divide entre quienes desean la continuidad, y a quienes les es más o menos indiferente. Los primeros están satisfechos por algunos beneficios de corto plazo (como las pensiones, o el mero “castigo” al “PRIAN”), sin darse cuenta de la inmensa factura –democrática y financiera– que después sufriremos. Los segundos parecen creer que, después de todo, no se podría estar peor. Las elecciones de este año dan la impresión de ser percibidas, mayoritariamente, como unas más de la normalidad democrática a la que, imperfecta pero real, nos hemos acostumbrado por 30 años y hoy damos por hecho. 

Esta falta de alerta en el alma cívica de México; esta inhabilidad de pensar el país más allá de la precaria comodidad personal e inmediata; esta ausencia de perspectiva histórica, tanto para aprender del pasado como para vislumbrar el futuro, es lo que puede costarnos nuestra democracia y libertades. No haría falta que el oficialismo use la fuerza o demasiadas trampas para ganar a la mala, acabar con el INE, la Corte, la Constitución y perpetuarse; bastaría nuestra propia mezcla de desencanto, apatía y conformismo ciudadana.

Urge sentido de urgencia. Esta no es una elección normal, es una disyuntiva entre democracia y autoritarismo. Como pocas veces, el dichoso punto de inflexión no es hipérbole, es realidad.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE

COLABORADOR

@GUILLERMOLERDO

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