CAMPUS

En el margen

En tiempos de elecciones es de gran utilidad usar encuestas para generar la estrategia a seguir en las campañas. Esa es la verdadera aportación

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El advenimiento del pluralismo vino acompañado de estudios de opinión pública. En sistemas democráticos, a los políticos, servidores públicos y a la sociedad en general le interesa que haya mediciones sobre valores, gustos y hasta sobre el “humor social” del electorado.

En tiempos de elecciones es de gran utilidad utilizar encuestas para generar la estrategia a seguir durante las campañas. Esa es la verdadera aportación de los estudios demoscópicos en cualquier contienda. Lo menos relevante, a mi parecer, es la carrera de caballos. 

A inicios de los 90 Ulises Beltrán encuestaba desde la presidencia y Miguel Basáñez, junto con algunas leyendas como María de las Heras, lo hacían en la iniciativa privada. En medios de comunicación Luis Enrique Mercado publicaba su Hándicap Electoral. No había mucho más. 

Con la victoria de Fox se dio una proliferación de casas encuestadoras y un mayor número de medios empezaron a publicar encuestas. Pero desafortunadamente el oficio de la demoscopia se ha pervertido y los ejercicios para medir preferencias y aficiones desvirtuado. 

¿Qué podemos hacer los consumidores? ¿Cómo debemos de leer una encuesta? Es de gran utilidad  revisar la metodología. Idealmente, se tendría que saber quién financia el levantamiento. Lo fundamental es la existencia de una muestra, es decir, que sea un ejercicio probabilístico y que, por lo tanto, todos en la población tengan una probabilidad igual y mayor a cero de ser seleccionados para responder el cuestionario. 

La aleatoriedad de la muestra se garantiza de mejor manera si el campo se hace puerta a puerta en vivienda, ya que las telefónicas pueden sobredimensionar a las clases medias. En las telefónicas con robot y en las digitales hay un problema de autoselección, pues realmente no hay una muestra representativa. Este tipo de ejercicios producen el mismo sesgo que pararse en un crucero o afuera de un cine a preguntarles a los transeúntes por quién votarían. Desafortunadamente, no se puede hacer inferencias a la población. 

También es importante ver las fechas en las que el encuestador estuvo en campo: si empleó más días en recopilar los datos, muy probablemente fue disciplinado, respetó la muestra original y regresó a las viviendas donde no encontró —en su primera visita— a sus ocupantes. A partir del número de encuestados se puede estimar el margen de error. Por ejemplo: una muestra de 1,200 tiene un margen de error de +/- 4 por ciento. 

De manera reciente, las encuestas han tomado un papel prominente en las contiendas y se han convertido en herramientas estratégicas de las campañas electorales y una condición necesaria para el triunfo en las urnas. Hay que ganar primero, a como dé lugar, la guerra de encuestas. 

Muchas casas encuestadoras se han creado y desarrollado en función de esta lógica y lucran haciendo mediciones ad hoc a los intereses de diferentes proyectos políticos. Esto se puede contrarrestar si mejoramos como consumidores de encuestas. 

POR ALEJANDRO ECHEGARAY

CONSULTOR

@AECHEGARAY1

MAAZ