"JOKER: FOLIE À DEUX"

Joker 2: tenga para que se entretenga

La secuela del Joker no ha sido bien recibida ni por la crítica, ni por los fans. ¿Es realmente mala o sólo es incómoda por los temas que aborda?

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Joker: Folie à Deux es una película extraordinaria, acaso mejor que la primera entrega de la serie, seguro con cosas más relevantes que decir. Su problema es que no son cosas amables ni agradables.

El problema no es menor: con un costo de cuando menos 190 millones de dólares, la película recaudó en su primer fin de semana –el pasado– menos de 39, es decir menos de la mitad de lo generado por su antecesora en el periodo equivalente. Sus perspectivas no suenan alentadoras con sólo un 33 por ciento de críticas positivas en Rotten Tomatoes y una calificación de D –la peor– en CinemaScore, la plataforma que mide la satisfacción de la audiencia estadounidense. Se le acusa de no ser espectacular, de no ser dinámica, de no ser glamorosa. En suma, de no ser entretenida. Es cierto. Y es lo que la hace genial.

Más que una psicosis compartida por dos, la folie de la que se ocupa la secuela de Joker es una folie à plusieurs, no sólo retratada con primor en la cinta sino reflejada en el descontento de su público a este lado de la pantalla: es la enajenación colectiva que un Guy Debord acaso menos paranoide que visionario –lo intuyo ahora– describiera en La sociedad del espectáculo.

Al tiempo que elude de manera deliberada los valores del entretenimiento –un tour de force en lo que en teoría es híbrido de cómic y musical old school–, el director Todd Phillips muestra cómo es justo la lógica de éste la que rige toda interacción en las sociedades contemporáneas. Deudora de la Chicago de Bob Fosse y Rob Marshall –comparten la idea de la impartición de justicia como circo mediático–, lo es más aún de la Pennies from Heaven de Herbert Ross y Dennis Potter: no son los números musicales showstoppers sino patadas de ahogado para salir de la asfixia de una cultura que insiste en hacer todo espectacular, dinámico, glamoroso. Incluso la locura, la muerte, el amor.

La Harley Quinn encarnada por Lady Gaga cree haber construido un remanso de psicosis à deux con Arthur Fleck (Joaquin Phoenix); terminará por revelarse mera fan del entretenidísimo Guasón, groupie que más que conocerlo o comprenderlo quiere asiento de primera fila para el show.

En una secuencia clave, los personajes asisten a una proyección carcelaria de The Band Wagon de Vincente Minnelli, musical clásico cuyo número paradigmático –“That’s Entertainment”– es reverso optimista de la idea central explorada aquí: que todo es susceptible de devenir entretenimiento. Entretenida, en efecto, pero anti intelectual, la trama de The Band Wagon ridiculiza la idea del teatro experimental y postula la revista musical ligera y espectacular como única vía para su redención.

En cines vacíos de todo el planeta, el chiste hoy se cuenta solo. Se lo pierden quienes disfrutan en la sala contigua Beetlejuice Beetlejuice, que es entretenida.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG y Threads: @nicolasalvaradolector

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