“El gobierno que concluyó ayer no podemos decir que fuera aburrido. El pleito como centro del conversación pública revistió una novedad. También se rifó un avión como tres veces y se extendió el culto a la personalidad presidencial como una actividad política”.
Pues ya se fue. O eso dice. Pero por lo pronto se avecinan días de cambio. Nada será igual. Sheinbaum tiene un perfil público muy diferente a López Obrador. Si bien como ella anunció desde la campaña su gobierno será, básicamente, el segundo piso de la cuarta transformación lo cierto es que en modos, estilos, vocabulario y presencia las cosas serán diferentes. La desde hoy presidenta de México, es más reservada en sus apariciones públicas, tiende a controlar bien sus emociones en público y si bien es una militante innegable del movimiento lópezobradorista lo más natural es que tenga un estilo propio que vaya generando un “claudismo” como forma de gobierno.
Aunque continúen las mañaneras, no serán el circo que fueron durante cinco años. Eventos destinados a generar una omnipresencia del presidente en la que se metía en hogares, transportes y oficinas de los mexicanos con sus anuncios, señalamientos, insultos y reproches todos los días. Hay que subrayar que el hoy expresidente era un hombre muy disciplinado por lo menos hasta las doce del día. Su ejercicio de comunicación diario fue algo inédito. Si el sexenio de Peña no veíamos al presidente más que tratando de explicar alguna falla, un desastre o simplemente en uno de sus múltiples dislates, lo cierto es que era un presidente más bien silencioso, López Obrador inauguró toda una novedad en materia de comunicación: la verborrea como manera de estar presente. El tabasqueño no solo hizo una novedad discursiva en la que lo mismo entraban malas bromas que agrios reclamos, señalamientos de corrupción, pleitos con otros gobiernos, también hubo canciones, bailables, imitaciones y cerró con un con el sorteo de su reloj con los reporteros que cubrían su fuente.
El gobierno que concluyó ayer no podemos decir que fuera aburrido. El pleito como centro del conversación pública revistió una novedad. También se rifó un avión como tres veces y se extendió el culto a la personalidad presidencial como una actividad política. La ocurrencia fue una forma de llenar los huecos informativos, pero para quienes se amargaban la existencia por un presidente que parecía primario en sus dichos y muy básico en sus comentarios, la gente le premió esas obviedades y esa sencillez en las cosas que decía. Es un hombre popular como otros expresidentes terminaron su mandato, pero AMLO sigue con aura de líder de masas como no habíamos visto en décadas.
Hoy que una mujer es nuestra presidenta, debemos poner nuevos ojos sobre ese gobierno. Que sea nuestra primera presidenta ya reviste una novedad en sí misma. No debe ser fácil llegar después de un liderazgo tan fuerte y presente como el de López Obrador. De la discreción de él y la eficacia de ella dependerá como se le evalúe. Por lo pronto podemos decir que el ambiente de manicomio ha terminado. A ver qué viene.
POR JUAN IGNACIO ZAVALA
COLABORADOR
@JUANIZAVALA
PAL