RUINAS DEL FUTURO

Territorio desconocido

A la incertidumbre normal sobre la nueva presidenta se suma hoy una nueva incertidumbre sobre su predecesor.

OPINIÓN

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Carlos Bravo Regidor / Ruinas del Futuro / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Lo que impera, ante todo, es la incertidumbre. Se supone que se va Andrés Manuel y llega la Dra. Sheinbaum. ¿Pero qué tanto, realmente, se irá él y llegará ella? Bien a bien, no lo sabemos. Esta es una nueva incertidumbre, distinta a la que por lo general rodea al momento de transmisión del poder. Siempre hay incertidumbre sobre qué hará la persona que asume un cargo: cuál será su agenda, sus interlocutores, sus capacidades, su estilo, etcétera. Pero ahora, además de esa incertidumbre normal, hay otra incertidumbre que tiene que ver con qué hará la persona que deja el cargo y, sobre todo, cómo se relacionará –desde la condición de expresidente–, con la presidenta que lo sucede a partir de hoy.

¿Cómo fue que llegamos a esta terra incognita?

Lo primero es la naturaleza del liderazgo de López Obrador quien, a diferencia de todos los presidentes anteriores (por lo menos de Ernesto Zedillo a Enrique Peña Nieto), ha logrado afirmarse como una figura carismática. Quizá Vicente Fox hubiera podido hacerlo, en su coyuntura y a su manera, pero lo cierto es que nunca tuvo el arraigo popular ni la vocación política necesarias para ello. A López Obrador, en cambio, no se le puede escatimar ese “don” o cualidad personal, como la definía Max Weber, en virtud de la cual sus adeptos reconocen en él virtudes excepcionales y le confieren, en consecuencia, una autoridad (distinta de la autoridad tradicional o la legal) que seguirá teniendo incluso aunque termine su sexenio.

Lo segundo es el cambio de régimen por el que atraviesa México y la nueva hegemonía que la coalición obradorista está consolidando –en parte por el resultado de los comicios, en parte por la sobrerrepresentación legislativa y en parte por cómo terminó haciéndose de la mayoría calificada en el Senado–. Ese cambio implica, por definición, nuevas reglas del juego político. Y dado el papel central que, en ese sentido, ha jugado el liderazgo de López Obrador, no se puede dar por descontado que simplemente se vaya a retirar y asuma el bajo perfil que solía esperarse antes de los expresidentes.

Lo tercero, finalmente, son las anomalías que han caracterizado esta sucesión presidencial. Desde el destape y la campaña anticipada de la doctora hasta la injerencia descarada de Palacio en el proceso electoral; desde la agenda que le impuso el presidente a su candidata con sus iniciativas del 5 de febrero hasta cómo no le permitió adquirir protagonismo durante el periodo de transición; desde que Sheinbaum haya tenido que negociar con él tantas posiciones en su gabinete hasta “Andy” López Beltrán sea ahora secretario de organización de Morena... Hay quienes dicen que puede ser una valla para protegerla, otros decimos que más bien parece un cerco para limitarla. Sea lo que sea, no es lo usual.

En suma, entramos a un territorio desconocido donde la promesa de continuidad que llevó a Claudia Sheinbaum a la presidencia tendrá que ir despejando, sobre la marcha, la incógnita sobre su significado respecto a la persona, al liderazgo y al poder de Andrés Manuel López Obrador. 

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@CARLOSBRAVOREG

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