Tratar de hacer una evaluación de un gobierno tan pronto termina es más que difícil, imposible, y menos cuando el que termina está en el centro de polémicas de todos tipos, colores y sabores.
La transición del gobierno de Andrés Manuel López Obrador al de Claudia Sheinbaum se anuncia sin problema y como un relevo institucional que mantendrá básicamente las mismas premisas del régimen saliente, como una prolongación –o "segundo piso"– de la llamada Cuarta Transformación. No es necesariamente negativo, pero tampoco es positivo por sí mismo. La "4T", al menos en sus primeros seis años, pareció con frecuencia dar tanta o más importancia a la conveniencia política o la coincidencia ideológica que a la eficiencia laboral. Los nombramientos diplomáticos son un escaparate de esa visión.
En lo que respecta a temas internacionales, o de política exterior, el régimen que termina tuvo un desempeño pobre. Y es infortunado. El presidente López Obrador dio poca importancia a lo internacional y no pareció tener mucho en consideración las consecuencias de sus medidas domésticas. Para él, como declaró desde el principio de su gobierno, la mejor política externa es una buena política interna.
Pero a veces lo que suena bien dentro de México no tiene la misma resonancia fuera, y aunque en el mundo del "debe ser" todos los países debieran poder tomar sus decisiones sin considerar a los intereses de otros, en el mundo de la realidad la situación es otra.
México es un país profundamente integrado a la economía internacional y muy especialmente con sus vecinos de América del Norte, pero el régimen AMLO termina en medio de una situación de choque con EU, su principal socio comercial, aunque está por verse si se trata meramente una fricción o el prolegómeno de una confrontación mayor con impacto en el tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) cuando hay pasiones nacionalistas en ambos lados de la frontera.
Aunque el diferendo con Canadá es mucho menor, motivado también por la expresión de intranquilidad en torno a la reforma judicial mexicana, el tercer socio del T-MEC ha sido un aliado en problemas comerciales con EU, para bien o para mal, la potencia dominante por el tamaño de su economía.
No es el único choque, aunque es el más significativo y potencialmente el de mayor consecuencia.
La insularidad de la política exterior del presidente López Obrador no ayudó a los intereses mexicanos en el mundo. Viajó poco y tuvo relativamente pocos contactos con otros gobernantes, incluso con los que México tiene alianzas formales e informales. A lo largo de su gobierno AMLO tuvo también rozones con otros países, aunque ninguno tan dramático como el sostenido con España, tras demandar disculpas por la conducta de los españoles tras la conquista de México, y a fines de su gobierno escaló casi a niveles de conflicto diplomático.
Hay países de los que se asegura tienen un impacto por encima de su peso real; México sería un caso contrario, con un impacto menor que su importancia.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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