El día de hoy, Claudia Sheinbaum Pardo se convertirá en presidenta de México. A la ceremonia solemne en la que tomará protesta de su cargo no asistirá ninguna delegación oficial del Reino de España, toda vez que el ya antecesor de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador, decidió excluir al rey Felipe VI de la invitación debido a que no le contestó una carta en la que le exigía disculpas por la conquista de Tenochtitlán, ocurrida en 1521.
Más allá de las verdaderas razones políticas detrás de este nuevo “conflicto” con España, conviene discutir el planteamiento de fondo, sobre el que se ha construido una narrativa pseudohistórica que ha sido exacerbada por AMLO.
En 1521 no existía México como nación, es decir, como una unidad política y cultural. Lo que había en estas tierras era una enorme cantidad de pueblos de orígenes étnicos diversos, sojuzgados la mayor parte de ellos por los mexicas. Cuando Hernán Cortés arriba al continente y se percata de esa realidad, hace alianzas con los pueblos que habían logrado resistirse a la dominación mexica –como los totonacas de Cempoala, los tlaxcaltecas o los de Cholula— y a través de una amplísima coalición, en la que lo que menos había era españoles, logra derrotar a Tenochtitlán.
Por lo tanto, es falsa esa premisa repetida en la historia oficial de que “los españoles nos conquistaron”. Eso implica pensar que toda Mesoamérica era Tenochtitlán. La conquista fue un proceso de enorme complejidad.
Por supuesto que hubo abusos por parte de los conquistadores, muchos de los cuales venían por riquezas y fama; pero la política oficial de la Corona española estaba marcada por lo que la reina Isabel la Católica había dejado establecido en su testamento en 1504, en el que se establecía que no se consentían agravios contra las personas ni los bienes de los indios, quienes debían ser justamente tratados.
Por eso llegaron miles de misioneros, por eso se construyeron cientos de iglesias, conventos y escuelas, por eso hubo una fusión racial y cultural que hoy conocemos como mestizaje, por eso se promulgaron las Leyes de Indias que respetaban los usos y costumbres de los indígenas. Pocos conocen que el Imperio Español, en el clímax de su poder en el siglo XVI, decidió suspender las conquistas hasta que una convención de los mejores teólogos y juristas le dejara claro al Rey Carlos V que eran lícitas moralmente.
Durante los tres siglos de virreinato se forjó una nación, México, que en 1821 se convirtió en un Estado independiente y cuyos orígenes están tanto en los pueblos indígenas (con su inmensa pluralidad, no solamente eran los mexicas) como en España.
En lugar de mirar al futuro, el gobierno de México observa con rencor al pasado. El victimismo histórico no puede ser una receta de éxito en ningún caso.
POR FERNANDO RODRÍGUEZ DOVAL
POLITÓLOGO
@FERDOVAL
PAL