COLUMNA INVITADA

A 30 años de la Cuarta Transformación

El TLCAN no sólo representó avances materiales, sino también en términos de mentalidad, visión y valores

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Si a algo puede llamársele “cuarta transformación” de la vida pública de México, lo más cercano a ello son los procesos —más o menos paralelos— de transición democrática a finales del siglo XX que puso fin a la era del PRI como partido hegemónico, junto a la apertura económica e integración comercial que generó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el cual entró en vigor el 1 de enero de 1994 y este lunes cumplió 30 años.

Me detengo en el TLCAN (hoy llamado T-MEC) aprovechando su aniversario, pero sobre todo porque es quizá la estampa más clara de ese proyecto de país que, con todas sus insuficiencias, habíamos empezado a construir para salir adelante y que hoy está en riesgo.

Y es que el TLCAN no sólo representó avances materiales, sino también en términos de mentalidad, visión y valores. Respecto a lo primero, se ha documentado extensamente cómo millones de mexicanos mejoraron su calidad de vida gracias al crecimiento, diversificación y modernización de nuestra economía. Asimismo, mediante el acceso a una variedad extraordinaria de productos y servicios, desde el ocio hasta la salud, a precios más baratos y de calidad.

No menos importante, el TLCAN empezó a “exorcizar demonios” que por mucho tiempo habían frenado a México, como el culto al estatismo. Poco a poco, iba ganando terreno la idea de que la ruta al bienestar permanente no era ya el clientelismo del gobierno, sino la innovación, la inversión y la creación de empleos. La nueva realidad nos impulsó a abrazar valores como la competencia, el mérito, y eso nos hizo mejorar. Incluso, algunos analistas han señalado como el TLCAN contribuyó a avanzar en materias como el Estado de Derecho, los derechos humanos y la misma democratización, forzados por la certidumbre política y jurídica que nuestro país debía acreditar para ser exitoso en su apertura comercial.

El gobierno actual, con todo su discurso antineoliberal y pulsiones antiestadounidenses, ha mantenido el tratado porque sabe que sin éste habría un desastre económico que amenazaría su control político. Sin embargo, ha perdido oportunidades y dinamitado muchos progresos.

El gasto público se ha desviado de infraestructura que haga más competitivo al país, a obras improductivas como refinarías que no refinan, o trenes y aeropuertos que pierden más dinero del que generan. La violación a la ley por el propio gobierno, sumada a su rendición ante el crimen organizado, entorpecen las inversiones y con ellas los empleos. Todo ello cuando, con los ajustes de las cadenas de producción postpandemia y la guerra comercial de Estados Unidos y China, México se convierte en un destino privilegiado para el “nearshoring”.

Aunque el T-MEC nos mantiene a flote, el mundo con el que competimos avanza con nuevos desarrollos, desde las energías renovables hasta la inteligencia artificial, mientras nuestro gobierno le quita dinero a la educación, la ciencia, y rechaza la técnica en favor de la ideología. ¿Y qué hará México si Donald Trump gana y esta vez sí decide dar marcha atrás a la integración comercial? La apuesta del lopezobradorismo es el clientelismo, que no da calidad de vida sostenida, y en todo caso, será inviable si la economía no crece y no hay los empleos que aporten los impuestos para sostener becas y pensiones de suyo insuficientes.

México ya había dado un paso hacia su cuarta transformación hace tres décadas. En esa ruta íbamos, una ruta imperfecta, en construcción, pero inmensamente preferible a un autoritarismo empobrecedor cerrado al mundo. Y esto es algo que decidiremos este año:  frenar o seguir la regresión al país previo a la transición democrática y el comercio libre.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA
COLABORADOR
@GUILLERMOLERDO

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