LA NUEVA ANORMALIDAD

Tina Galindo, agente cultural

Con la muerte de la productora Tina Galindo, la escena nacional ha perdido a una de sus principales formadoras de talentos, pero también de públicos, para el teatro mexicano

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Para Daniela Romo

Si bien la cobertura periodística de la muerte triste y sorpresiva de la productora teatral Tina Galindo ha sido pródiga, también es cierto que ha estado limitada a las páginas de espectáculos. Ése, desde luego, es uno de los sitios que le corresponde. Pero también merecería uno destacado en las de cultura.

La prueba de un ecosistema teatral saludable supone una mezcla diversa de registros, productos y audiencias: un teatro público que recupere los clásicos y establezca un nuevo canon, una escena independiente –véase marginal: un off– abocada a la experimentación, un teatro comercial mainstream producido para gente que no es ni será público de teatro pero que quiere ver en vivo estrellas de televisión –pese a su escaso mérito artístico, ése es el que genera empleos y forma industria– y un teatro comercial de calidad que emule el modelo de Broadway: buenos actores conocidos en montajes solventes de textos inteligentes –aun si formalmente convencionales– con o sin canciones.  

En México, ese teatro advino en los años 60 de la mano de Manolo Fábregas y Silvia Pinal, y conoce su evolución más reciente en el trabajo de Morris Gilbert y Federico González Compeán para Ocesa y en el de Alejandro Gou. Tina Galindo y unos pocos más –Marcial Dávila, Angélica Ortiz, Julissa– representan una generación intermedia de ese linaje. Pero Galindo –junto con su socio Claudio Carrera– encarna también su punto de quiebre.

Una de sus últimas producciones fue Network, basada en la película de Sidney Lumet y Paddy Chayefsky que es sátira descarnada de los medios de comunicación. La trayectoria de la dupla como importadores (El curioso incidente del perro a la medianoche, Victor/Victoria, Hello, Dolly!) llevaba a pensar en un trasplante del montaje del director belga Ivo van Hove para Broadway… lo que habría estado muy bien. El proyecto resultó algo incluso superior: una creación teatral original concebida por Francisco Franco con un equipo de creativos mexicanos de primer nivel, a la altura de cualquier producción internacional. Una lectura propia. Teatro mexicano, pues.

La apuesta profesional de Tina Galindo fue un teatro comercial de altísima calidad para un público no especializado pero sí curioso e inteligente. Con recurso a talentos de primera línea –de Daniela Romo o Susana Zabaleta a Luis Gerardo Méndez o Daniel Giménez Cacho pasando por el mismísimo John Malkovich como director de El buen canario– y a valores de producción excepcionales, Galindo –a veces sola, a veces con Carrera, a veces en sociedad con Televisa u Ocesa– supo atraer al teatro audiencias ajenas a él. En un país refractario al hecho escénico, su mérito no es poco; acaso hayamos perdido con su muerte a una de los principales formadores de talentos, pero también de públicos, para el teatro mexicano.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

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