MALOS MODOS

Acapulco en pie

La ciudad queda destruida, el tlatoani promete que para diciembre, el de 2023, va a estar sana y funcional como un atleta adolescente

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Como he dicho antes, salvo que te manejes en los estándares de, digamos, “Molécula” o Sabina Berman, donde a estas alturas no tienes ya nada que perder y eso, en consecuencia, incluye el pudor, es dura la chamba del propagandista. Lo digo por lo de Acapulco, que le habrá dado un fin de año con sus complicaciones a los de la maquinaria de medios de Palacio Nacional. 

Como cualquier mexicano, llegas al ecuador de diciembre con ganas de descansar: que viajar a Italia estilo el camarada Noroña, que irte a tu casa de campo si el narco todavía permite el acceso, que quedarte en tu depa con Netflix y pizza, salvo el par de cenas en familia. En cambio, tienes que levantarte y maromear a lo grande para lavarle la cara al Segundo Presidente Más Popular del Mundo. Vaya monserga. 

La ciudad queda destruida, el tlatoani promete que para diciembre, el de 2023, va a estar sana y funcional como un atleta adolescente y luego remata la promesa diciendo que sí, que todo va de maravilla: que vio desde el aire los foquitos navideños. En la madre ¿qué digo? Es así como terminas por publicar que el “bello puerto” tiene una “ocupación hotelera del 70%”, un dato que solo se explica porque hablas sin hablar del 70% de los hoteles que sobrevivieron al huracán, o sea un puñadito, y como te dedicas a postear fotos de la banda de fiesta y de los mensajes súper positivos en el cielo, con esas luces bellísimas que iluminan el fresco mar de diciembre gracias a los drones.

La verdad es que Acapulco está mejor que hace un mes, claro, y que lucha dignamente por salir adelante, como
apuntan los medios en general, pero es todavía un sembradío de escombros, como no podría ser de otro modo dada la magnitud de Otis (¿han visto la Escénica que se cae a pedazos?), y que la economía está muy, pero muy lejos de llegar a los niveles previos al huracán, como es
también inevitable. 

Lo que pasa es que tu chamba no consiste en alentar el optimismo. Ni siquiera consiste —lo que ya sería complicado— en maquillar los errores del gobierno federal a la hora de prevenir la amenaza, o la insuficiencia de la ayuda gubernamental, evidente incluso según los números oficiales, sino en proyectar la imagen de un Presidente con poderes sobrenaturales, un titán popular capaz de cambiar la realidad con el solo poder de su voz. Ese desafío, con —por añadidura— la cruda de las posadas y la indigestión de las cenas, es como para pedir la jubilación anticipada. 

Uno tiene la tentación de decir que el oficialismo, sin más, retuerce los hechos hasta hacerlos mentiras. Bueno, sí, pero no siempre. 

En Acapulco, en las últimas semanas, entre los escombros, hemos visto masacres en bares, asesinatos de políticos aspirantes y balaceras en las calles. Nos dicen que el puerto sigue en pie. Es cierto. En pie de guerra. Igualito que antes.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

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