MIRANDO AL OTRO LADO

Sobre cómo termina el sexenio

AMLO amenaza con proponer 36 cambios a la Constitución el próximo 5 de febrero

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

AMLO amenaza con proponer 36 cambios a la Constitución el próximo 5 de febrero, al evadir acudir al evento justamente para conmemorar la Constitución. Es necesario reflexionar sobre el origen de la conducta bizarra y errática del Presidente, a escasos 8 meses de dejar su cargo.

Si para él son temas tan importantes como para merecer cambios a la Constitución, ¿por qué no los planteó desde el inicio de su mandato, hace 5 años? Si son temas cruciales para la existencia de la República, ¿por qué no los planteó hace 3 años, cuando propuso sus modificaciones al sector energético o a la Guardia Nacional?

Además, cada día que pasa antes del 5 de febrero, es posible que el Presidente sume más modificaciones a su lista. Cada mañanera es una oportunidad para agregar una nueva ocurrencia, como la más reciente adición: prohibir el consumo de fentanilo o cualquier otro estupefaciente en el territorio nacional.

En el sexenio del Presidente que anunció, al inicio, que “estaba prohibido prohibir”, es cuando más prohibiciones han brotado a lo largo de su gestión, empezando por la prohibición de criticar al Presidente, so pena de sufrir variados castigos.

En palabras del Presidente, él propone castigar el consumo de drogas, con un enfoque criminalístico sobre el fenómeno del consumo, en vez de proponer una visión que lo plantee como un problema de salud pública. La propuesta es tan retrógrada que no deja de sorprender. ¿Qué izquierda prohibicionista es esa?

La pregunta inicial de por qué no planteó esa lista de temas al inicio de su gestión queda sin una respuesta satisfactoria. Algunos han planteado que lo que quiere el Presidente es dirigir la discusión durante el proceso electoral. Quiere que las candidatas discutan hasta las minucias de sus propuestas, para así evitar que planteen las obvias carencias y fracasos de su gestión. Busca, con la amplia lista de reformas constitucionales, crear la imagen de mucho trabajo y prospectiva en curso.

Quiere evitar que se discuta, por ejemplo, la crisis de inseguridad que azota, cada día más, a amplias franjas del territorio nacional. Prefiere que discutan la insensata idea de elegir los Ministros de la Corte en vez de analizar la tragedia criminal y de violencia que vive el sur, centro y norte del país.

Ante el fracaso de su gobierno en materia de seguridad, qué mejor que poner sobre la mesa la exótica idea de la elección de Ministros de la Corte, salpicando el debate con insultos personales a cada uno de los Ministros que “no son míos”. Incluso, la propuesta de volver a debatir en el Congreso a escasos 3 meses de la elección el tema de la adscripción de la Guardia Nacional al Ejército es un truco para disfrazar la explicación sobre el fracaso del gobierno en el combate al crimen organizado: “es que no me permitieron hacer lo necesario”.

Alegará el Presidente que militarizar a la policía le habría permitido abordar el problema del crimen organizado con mayor rigor. Claro, ese argumento es falso, pero habría sido utilizado para evadir su responsabilidad ante el fracaso evidente de su “plan” antinarco. Por cierto, otra argumentación llena de perspectiva de “izquierdas”.

No quiere tampoco que se discuta la observación de sectores del gobierno de Estados Unidos de que ha sido omiso en el combate a la delincuencia porque éste le va a ayudar para ganar las elecciones de junio, intimidando a la oposición.

Otros han planteado que la idea presidencial de presentar una cascada de reformas constitucionales es para hacerse presente en la mente de los electores, buscando que piensen que están votando por López Obrador, y no por una famélica candidatura llamada Sheinbaum.

O, en el peor escenario, las propuestas de reformas constitucionales servirán para que su candidata presidencial sepa, de una vez por todas, que sus propuestas y su eventual gobierno tendrán que sujetarse a lo que él le dicte. Es decir, es el preanuncio del maximato que pretende establecer.

Finalmente, ser él el principal proponente de temas para la campaña es, sin duda alguna, un acto supremo de misoginia. Pensará el Presidente ¿quién, en su sano juicio, concluiría que una mujer podría gobernar a México sola, sin la orientación de un hombre?

Las dos ideas centrales ofertadas como explicación de porqué pretende plantear un mínimo de 36 reformas a la Constitución en febrero, a escasos 3 meses de la elección son, sin duda, correctas. Tanto la intención de orientar la discusión lejos de sus fracasos como gobernantes y, también, para dictarles línea a las pobres candidatas, especialmente para humillar a Sheinbaum, son percepciones con todo el mérito del mundo. Así opera López Obrador.

Pero hay otro elemento que agregar al mix analítico, y que debe causar horror. Y es la idea de que, más allá de atribuir las acciones del Presidente a sus ocurrencias, es que devela que no tiene idea de cómo gobernar, ni de lo que quiere lograr, fuera de recibir aplausos a su persona. Nunca ha tenido un plan de gobierno, excepto para usar el recurso público y el poder del Estado para apaciguar su necesidad de encumbramiento y poder.

Por eso nunca publicó un plan de gobierno al inicio del sexenio. Y también por eso nunca avanzó su supuesta “agenda de gobierno” cuando tenía la posibilidad de aprobar todo lo que quisiera teniendo la mayoría calificada en el Congreso. Tuvo, en los primeros tres años de su gobierno, todo el poder y no supo qué hacer con esa mayoría. No lo hizo porque no sabía qué hacer.

Lo único que se le ocurrió cuando tenía la mayoría calificada en el Congreso fue promover la revocación del mandato, con las ideas robadas a Evo Morales y Hugo Chávez. Por fortuna para la República, México había elegido a un demagogo perfectamente ignorante a la Presidencia. Fue cuando perdió la mayoría calificada, en el 2021, apenas despertó y trató de reparar el golpe recibido. Y aún así fue incapaz de articular un proyecto de nación coherente.

Pero ya era demasiado tarde. Todas sus reformas constitucionales del 2022 y 2023 fueron rechazadas, tanto en el Congreso como en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ahí por inconstitucionales.

Lo mismo va a ocurrir ahora. Sabe que sus propuestas de reformas constitucionales no prosperarán. Contienen, ahora, una fuerte dosis de demagogia. Pero son parte de una estrategia electoral desesperada, ante la eventualidad de que su candidata pierda la elección ante un proyecto de nación más estructurado y definido que el suyo.

Lo más importante de todo es que el Presidente ha demostrado, al final de su sexenio, que no tiene, y nunca ha tenido, un proyecto de nación. Esa realidad ya no se puede ocultar, fuera de algunas frases dichas, no por él sino por otros, que simulan heroicidad y grandeza, y sirven para disfrazar la pequeñez del hombre que exigió vivir en un palacio para, por fin, gozar el alivio de sentirse más grande de lo que es.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
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