Las elecciones primarias republicanas en Estados Unidos son, sin duda, como las describió el mismo aspirante favorito, Donald Trump, “una perdedera de tiempo” y un trámite para ese partido, pues está más que cantado que él será quien gane la nominación presidencial.
Por quedaba alguna duda u obstáculo, el pasado domingo la desvaneció Ron DeSantis, gobernador de Florida, tras anunciar que se bajaba de la competencia. Los caucus de Iowa le dieron un golpe de realidad, al lograr un escaso 20 por ciento de los votos, por lo que no le quedó de otra más que aceptar que el favorito es Trump.
De esos 12 aventureros que osaron quitarle o competirle la candidatura al expresidente, hoy la única con alguna remota posibilidad es la exembajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, pero para que siguiera en la contienda necesitaba ganar las primarias del pasado martes, en New Hampshire o no quedar tan abajo.
Haley consiguió dejar esa contienda en menos de 10 por ciento de diferencia y eso le permite seguir en la carrera, aunque con posibilidades mínimas de remontar a Trump –quien ni siquiera se preocupó de asistir a los debates de su partido–, porque cada vez más se consolida como el líder absoluto republicano.
La mejor carta de Haley es que el millonario e influyente grupo Koch Network se decantó por apoyarla económicamente, para intentar evitar la victoria de Trump. Pero eso parece muy complicado.
Podríamos decir que Trump ya está colocado en la antesala de la nominación presidencial, más bien, ahora lo que lo tiene ocupado con asuntos legales, cuatro juicios en su contra que le podrían provocar un trago amargo al dejarlo fuera de la contienda.
Hasta el momento, esos procesos han resultado rentables para el magnate en su campaña de retorno a la Casa Blanca, ya que el apoyo lejos de disminuir ha aumentado, por supuesto, reforzado con un discurso más extremo al de 2016.
No hay que perder de vista a los grupos de ultraderecha, están volcados a favor de Trump e incluso lo consideran como un ‘enviado de Dios’. El radicalismo xenófobo del magnate y su lucha contra el aborto han alimentado ese fervor. En sus mítines se le escucha vociferar que “siguiendo el modelo de Eisenhower, llevaremos a cabo la operación de deportación nacional más grande en la historia de Estados Unidos”.
Sin duda, su propuesta migratoria involucra directamente a México como ‘tercer país’, nos guste o no, con sus presuntas expulsiones masivas y redadas; el negarse a apoyarlo puede ser castigado con una andanada de aranceles.
Para los aliados de EU en el mundo el panorama pinta muy sombrío si es que el republicano gana la elección, que dicho sea de paso, es algo que parece altamente probable.
Recordemos que el hoy expresidente se vio obligado a entregar el poder, el 20 de enero de 2021, pero a regañadientes y argumentado que le robaron la elección, aunque nunca ha presentado una prueba, pero sí arengó a sus seguidores para que evitaran la confirmación en el Capitolio del hoy presidente Biden.
La máxima de Trump es que él nunca pierde, no lo olvide.
POR ISRAEL LÓPEZ GUTIÉRREZ
COLABORADOR
ISRAEL.LOPEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
MAAZ