COLUMNA INVITADA

Libertad y libertades

La libertad, o su ausencia, no es una condición del sujeto, algo que caracteriza su esencia, sino el posible fruto de la relación del sujeto con la realidad

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La libertad tiende a definirse por aquello que no es. Así, atiende lo concreto, se ejerce en la realidad, está vinculada al mundo, por más que se encuentre relacionada con valores o deseos; su condición histórica, el aquí y el ahora en donde adquiere materialidad y legitimidad, trasciende la pretensión de constituir una esencia o sustancia trascendentes. La libertad surge y se conserva por el asombrarse.  Cuanto más libre consideramos al hombre, menos podemos afirmar que puede no usar de la razón y elegir lo malo en vez de lo bueno. De modo que más allá de nuestras creencias particulares la libertad es moral, no concibe la afectación del otro.

La libertad, o su ausencia, no es una condición del sujeto, algo que caracteriza su esencia, sino el posible fruto de la relación del sujeto con la realidad. De allí que la definición básica que suscribiría es la de Baruch Spinoza: “Libertad es la conciencia de la necesidad”; “Ética demostrada según el orden geométrico” (1677). En consecuencia, le asistiría la razón a Jean Paul Sartre cuando afirma que: “La libertad es la textura de mi ser”: “El ser y la nada” (1943). Más otra del filósofo judío hacedor de lentes “Se debe conceder la libertad de juicio, puesto que es una virtud y no puede ser oprimida”: “Tratado teológico-político” (1670). La libertad es un concepto con el que se designa, en general, la capacidad de una persona para actuar según su propia voluntad. La libertad es un derecho democrático.

La libertad política es una subcategoría de la libertad social y se refiere a la libertad de los ciudadanos o de las asociaciones respecto del gobierno. De modo que pensamos en libertad de pensamiento, expresión, asociación (política, religiosa, económica), participación (política, el sufragio; económica, la inversión). Paradójicamente será Marx quien asevere y profetice: “una sociedad en que el libre desarrollo de cada uno es condición del libre desarrollo de todos”. Así, la libertad se transforma en sinónimo de autorrealización.

La libertad como desaparición de opresión significa no querer subyugar ni ser subyugado, e implica el fin de un estado de servidumbre. El logro de esta forma de la libertad depende de una combinación de la resistencia del individuo (o grupo) y su entorno. Immanuel Kant distinguía entre dos tipos de libertades: las positivas y las negativas. Las primeras son aquellas que facultan al individuo para actuar, mientras que las segundas son aquellas que consisten en la ausencia de obstáculos para actuar. De allí se desprende que toda libertad existe en un marco de posibilidades determinado por ciertas normas y leyes sociales, en la medida en que el bienestar común se impone al capricho individual, o incluso, que la protección del bienestar individual depende de la restricción de ciertas decisiones. Eso es, a fin de cuentas, lo que significa vivir en sociedad: obedecer a un pacto social con el que hemos decidido regir nuestras existencias, para evitar la tentación del caos y la anarquía.

Coincido con el poeta y ensayista español Juan Gil-Albert (1904-1994) cuando sentencia sin derecho de réplica: “Hay que vivir ilusionados, pero sin hacerse ilusiones”. No lo echemos en saco roto, propongámonos deseos incluyentes sin sucumbir a la tentación de esperar que la providencia resuelva, en vez de construir nosotros con la razón crítica y comprometida un mundo y la convivencia intersubjetiva que le corresponda de encuentro, dignidad y respeto.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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