LA NUEVA ANORMALIDAD

Al Oscar lo que es del Oscar

Oppenheimer de Christopher Nolan se perfila como la favorita para obtener varios premios Oscar, no por sus atributos cinematográficos, sino por su antibelicismo

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En la carrera cuya meta es el Oscar, la Oppenheimer de Christopher Nolan se ha granjeado ya el máximo reconocimiento de 11 asociaciones de críticos de cine, se ha hecho con el trofeo principal en las entregas de los Critic’s Choice y los Golden Globes, y encabeza la lista de nominaciones con 13. Salvo sorpresa, quedará entronizada el próximo 10 de marzo. Es también muy probable que, como en otros 29 palmareses, termine por llevarse también la estatuilla al mejor director.

El asunto distará de ser oprobioso: a diferencia de algunas de las peores decisiones de la Academia –de Going My Way en 1944 a CODA en 2021 pasando por Titanic en 1997 y Green Book en 2018–, Oppenheimer es una buena película. Nolan será, además, una elección más que justa: es una de las grandes voces autorales que trabajan en el Hollywood contemporáneo y nunca ha ganado un Oscar. Habrá, sin embargo, que reconocer que éste no es ni de lejos su mejor trabajo.

El tiempo, la memoria y la percepción –entendidos desde una concepción borgesiana– son los grandes temas del cine de Nolan: con Memento puso su agenda en el mapa, con Inception la trasladó de lo íntimo a lo universal, con The Prestige e Interstellar añadió dimensión espacial a su reflexión por entregas sobre la construcción de la realidad. 

Oppenheimer juega también con el tiempo y la percepción –la historia se cuenta en desorden– pero acaso de manera decorativa: cuando ya conocemos el final del cuento –la bomba atómica estallará; millones morirán; la Guerra Fría sobrevendrá–, subvertir la cronología es poco más que una afectación formal, acaso un tic.

Lo que entusiasmaría a Hollywood (es decir lo que ha garantizado el consenso industrial a favor de una Oppenheimer que recién estrenada parecía mucho menos relevante en términos culturales que la hoy rezagada Barbie de Greta Gerwig) sería entonces su antibelicismo militante, pertinentísimo y encomiabilísimo cuando el mundo se ve hoy asolado por dos conflictos mayúsculos que cobran miles de vidas y amenazan con alterar el orden mundial, sólo que criterio al fin político y no artístico en un palmarés dizque concentrado en la calidad fílmica.

La vida de Émile Zola no es la mejor película hollywoodense de 1937 ni la más memorable, como tampoco es Rosa de abolengo la de 1942, El punto sobre el río Kwai la de 1957, In the Heat of the Night la de 1967, Danza con lobos la de 1990 o Spotlight la de 2015 –compáreseles con Esa horrible verdad, The Magnificent Ambersons, 12 hombres en pugna, Bonnie y Clyde, Buenos muchachos y The Revenant, respectivamente– pero premiarlas permitió a Hollywood en cada caso hacer un punto ideológico relevante en términos de su agenda liberal y democrática.

Así será con Oppenheimer y bien estará: al Oscar lo que es del Oscar; lo que es del cine lo juzga el tiempo.

POR NICOLÁS ALVARADO

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