COLUMNA INVITADA

Un mundo en llamas

Creo que ya he perdido la cuenta de todas las ocasiones en las que líderes de organismos internacionales

OPINIÓN

·
Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Creo que ya he perdido la cuenta de todas las ocasiones en las que líderes de organismos internacionales, muchos de ellos creados en el siglo XX en la posguerra, han pronunciado discursos potentes y acusatorios con la intención de mover las voluntades políticas de las naciones, líderes o empresarios que integran las organizaciones que presiden. La mayoría de las veces estos organismos tienen un papel meramente testimonial, y sus llamados a la acción en realidad solo son una lista de buenos deseos que no rebasan la estridencia de un discurso muy bien articulado en algún foro o encuentro de carácter global. 

Esta semana se está celebrando en Davos, Suiza, la reunión anual del Foro Económico Mundial, cuyo objetivo fundacional, en teoría, es el de promover la cooperación público-privada para generar mayor riqueza y bienestar a nivel global. La tarea es ambiciosa y es evidente que muy poco se ha logrado en las 54 ediciones que hasta ahora se han realizado. Al menos esa es la conclusión más obvia y próxima a la que uno puede llegar cuando mira más allá de la puerta de su casa y observa, aunque sea de soslayo, el estado actual del mundo. 

Aunque para ser justos, la responsabilidad de contribuir a la creación de una sociedad más justa y equitativa no puede descansar en el contexto de un desayuno ostentoso a puerta cerrada, sino en el ánimo de quienes asisten a él. 

Y parece que ese es el diagnostico de António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas. Por lo menos así lo manifestó en el discurso que pronunció en el ya mencionado foro económico que se lleva a cabo en este destino tan socorrido por los amantes del esquí. 

En su intervención, Guterres instó a los líderes globales a que los problemas del mundo requieren de acciones urgentes puesto que la democracia, la libertad y la vida penden de un hilo cada vez más delgado. Los frentes de guerra abiertos en distintas regiones del mundo, el fracaso y desencanto hacia las democracias liberales y sus instituciones, incluida la que él lidera, la desigualdad, la emergencia climática, la pobreza y la injusticia se han convertido en una bomba de tiempo que no tardará en estallar. 

Desde hace varios años, en diversas ocasiones, foros y espacios, el líder máximo de la ONU ha mantenido básicamente la misma línea discursiva: el sistema económico, político y social global está colapsando y los liderazgos políticos y económicos parecen no darse cuenta o fingir que no lo hacen. 

Los guiños de Guterres fueron más que obvios: el conflicto en Medio Oriente, la guerra en Ucrania y el ascenso de líderes populistas y extremistas tanto en Europa como en América, por mencionar algunos, aunado a las tremendas desigualdades sociales que van en aumento, son piedras en el zapato del avance social al que las potencias, en este caso Estados Unidos, Europa, Rusia y China parecen hacerles poco caso. 

Pareciera que se está convirtiendo en tradición que en los albores de cada nuevo año se sumen más y peores calamidades a las que ya hemos ido acumulando con el paso del tiempo. 2024 será un año particularmente complejo para la democracia occidental, y como bien señaló Guterres en su discurso, si no existe voluntad política para defender el valor de las instituciones y valores de las democracias liberales, nos arriesgamos a regresar a los autoritarismos y a los conflictos armados a gran escala. 

En síntesis, la situación es extremadamente delicada, y todo parece indicar que quienes están al mando permitirán que este mundo siga en llamas, al menos hasta que así les convenga. 

POR JAVIER GARCÍA BEJOS

COLABORADOR

@JGARCIABEJOS

MAAZ