HIEL Y MIEL

Trumpadas

Otra característica de los “hombres fuertes” es su desprecio por las instituciones y por la ley; para ellos de plano no sirven para nada

OPINIÓN

·
Tere Vale / Hiel y Miel / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Con enorme preocupación, muchos estadounidenses y ciudadanos del mundo observamos con asombro como Donald Trump avanza en su intención de llegar nuevamente a la Casa Blanca. Por increíble que parezca, el populista de derechas avanza con paso firme para volver a gobernar la primera potencia mundial. En medio de un crudo invierno, y a pesar de las temperaturas bajo cero, los fanáticos de este personaje salieron en Iowa, un estado pequeño, sí, pero dispuesto a arroparlo y darle su apoyo. El 51 por ciento de los votantes de las primarias republicanas en este lugar se decantaron por un precandidato enemigo de la democracia, que trató de dar un golpe de Estado y que está acusado por un buen número de delitos. En fin, en esta justa, Trump sacó más votos que todos sus adversarios juntos, los hizo pedazos y amenaza con que, bajo su mandato, su país y, en buena medida, el mundo corra la misma suerte que los que se atreven a disputar su liderazgo. ¿Será que el planeta ya se volvió loco?

Pareciera que en este siglo XXI una camada de líderes carismáticos conservadores, nacionalistas, con desprecio por las minorías y los migrantes se han hecho del poder en todos los continentes. Putin, Erdogan, Milei, Maduro, Meloni y muchos más se muestran como prototipos del autoritarismo antidemocrático que masas enardecidas aclaman. Y debo advertir (cómo en series de TV) que cualquier parecido con la realidad que vivimos en México NO es pura coincidencia. 

A Trump le encantan los dictadores (seguramente se identifica con ellos), desprecia a todos los que no piensan como él, especialmente a los periodistas combativos y que no le tienen miedo; para acabarla de amolar señala a los jueces que no resuelven asuntos a su favor como corruptos e incapaces. Desde luego, el papá de Ivanka promueve el culto a la personalidad, él es el protagonista supremo que con furia y garra defiende a sus gobernados de los “otros” (cualquier cosa que eso sea). Otra característica de los “hombres fuertes” es su desprecio por las instituciones y por la ley; para ellos no sirven para nada y qué mejor que acabar con ellas para que luzca plenamente quién manda y a quién hay que obedecer. Lo más desconcertante es que estos, los amados líderes, como los llama el argentino Diego Fonseca en su libro del mismo nombre, han llegado a gobernar gracias a mecanismos democráticos. Por increíble que parezca, llegaron al poder por el voto de las mayorías.
         El problema con estas finísimas personas es que, al paso de los años y después del arrepentimiento de los que les creyeron, surge la cuestión de cómo deshacerse de ellos. Cuando los traicionados recobran la razón muchas veces es demasiado tarde para lograrlo. 

En Estados Unidos lo que sucedió en Iowa no es definitivo, nada está escrito aún y que no nos vengan con el viejo cuento de que este arroz ya se coció. En este 2024 la supervivencia de la democracia está en juego en junio y en noviembre. Todavía podemos defendernos de tantas trumpadas. 

POR TERE VALE

COLABORADORA

@TEREVALEMX

PAL