COLUMNA INVITADA

TLCAN: 30 años de un consenso nacional

El TLCAN trajo cambios profundos y duraderos para nuestro país

OPINIÓN

·
Claudia Ruiz Massieu / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Este mes se cumplen 30 años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): el acuerdo de integración económica que transformó profundamente la economía, la cultura y los valores de México y de Norteamérica. 

El TLCAN trajo cambios profundos y duraderos para nuestro país. Están en los procesos económicos, las leyes y las instituciones; están en la concepción evolutiva de nuestra identidad nacional y en el rol que desempeñamos en el mundo. La evidencia de 30 años de integración regional -27 con el TLCAN- es incuestionable: nuestros intercambios crecieron exponencialmente; se multiplicó la oferta de bienes y servicios , se incrementó su calidad y se volvieron más accesibles; se establecieron condiciones para atraer grandes inversiones, que generan empleos, y se consolidaron cadenas de valor regionales en importantes sectores productivos, como la industria automotriz. 

Sin embargo, el legado del TLCAN trasciende los datos duros. La experiencia adquirida permitió al gobierno mexicano negociar exitosamente acuerdos con distintos países de América Latina, así como el Acuerdo Global con la Unión Europea. Gracias a ese impulso, en pocos años nos convertimos en una de las economías más abiertas del mundo, nos consolidamos como potencia exportadora (12ª a nivel mundial), afianzamos nuestra pertenencia a múltiples alianzas y bloques económicos y suscribimos tratados internacionales en las más diversas materias. 

Junto con el proceso político que impulsó la transición democrática, la apertura económica inauguró una etapa de avances para México. Por supuesto, en forma de crecimiento sostenido y diversificación de la economía nacional; pero también en áreas como el desarrollo institucional, la protección de los DD. HH. y el fortalecimiento del Estado de Derecho, que se beneficiaron del piso mínimo de certidumbre que exigía la integración económica regional para funcionar adecuadamente. 

Hace siete lustros, México escenificó la última gran renovación de los consensos nacionales, con la cual se establecieron metas para la modernización de la economía, la transición a la democracia electoral y la expansión del régimen de derechos y libertades de las personas. Hoy esos avances –con todo y sus innegables insuficiencias–, enfrentan una propuesta de reinstauración; ese modelo de país está amenazado por un proyecto que ambiciona lo contrario: un retroceso autoritario, estatista y aislacionista, cuya pretensión de continuidad pone en riesgo las conquistas históricas de los últimos 30 años. 

La propia integración comercial estaría en riesgo ante un eventual triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. La posibilidad de revisar el T-MEC en 2026 podría fácilmente convertirse en una oportunidad para cuestionar, incluso replantear, los términos del tratado. El escenario es aún más preocupante al considerar que, en México, quien esté a cargo de gestionar esa crisis sea un gobierno sin la convicción, la experiencia y la capacidad técnica que caracterizó a los equipos negociadores del TLCAN y su heredero. 

Las amenazas son reales. Las generaciones más jóvenes no cuentan con referencias de primera mano que les permitan contrastar entre ambos modelos. No han vivido en un régimen autoritario, ni conocen las desventajas de participar en una economía estatizada, cerrada y sin libre competencia. Las generaciones que nos hemos beneficiado de los procesos históricos de los últimos 30 años tenemos la responsabilidad de ofrecer los puntos de contraste. Y de mostrar por qué vale la pena defender ese país democrático, liberal, de derechos y libertades, que no podemos simplemente dar por hecho. 

La revista Nexos dedicó su edición de enero al aniversario del TLCAN. El número ofrece un balance crítico de resultados, pero, sobre todo, constituye un valioso recuento histórico que incorpora el testimonio de algunos de los protagonistas de esos procesos de cambio. 

El TLCAN y la decisión de conformar a América del Norte como una región de libre comercio e inversión, transformaron las ideas y las prácticas para competir en lo económico y para afirmar los derechos civiles y políticos como espacios que demandan condiciones básicas de equidad para las personas.. Nuestra responsabilidad es defender la vía de la apertura y promover la eficiencia propia y regional en el mundo. 

POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU

SENADORA DE LA REPÚBLICA

@RUIZMASSIEU

PAL