MALOS MODOS

"Los Soprano", 25 años

La pregunta circula por ahí, hoy que “Los Soprano” cumple 25 años

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La pregunta circula por ahí, hoy que “Los Soprano” cumple 25 años: ¿se atrevería hoy alguien, como se atrevió HBO en 1999, a estrenar una serie como esta? Échenle ojo. Para una era de corrección política elevada a la categoría de macartismo progre, no hay muchos momentos, diálogos o personajes soportables en los 86 capítulos de esta obra maestra.

David Chase, el que se la inventó, pone en pantalla, por ejemplo, a mujeres, como la madre del protagonista, Tony, verdaderamente monstruosas en su capacidad de manipulación sádica, su retorcimiento, su violencia. No, Livia Soprano no es un arquetipo de lo femenino ni tantito enaltecedor.

Por si se lo preguntan, tampoco se molesta Chase en justificar su maldad en términos de su historia, la de una víctima del heteropatriarcado o cosa parecida.

Maldad pura, dura y gratuita, eso vemos en la pantalla. Igualmente, imperan la homofobia, que se expresa con una grosería sin autocensuras, y la brutalidad contra las personas trans, como la que se permite celebrar Christopher con una mujer que, cuenta, fue quemada con alcohol cuando el mafioso con el que tenía sexo se dio cuenta de que cargaba un pene; los comentarios y las actitudes racistas, faltaba más, y un machismo generalizado que empieza en casa, donde las mujeres pueden tener cotos de poder pero son, sin excepción, sometidas, y termina, por ejemplo, en el Bada Bing, el antro de nudistas de los mafiosos que protagonizan la serie. 

Por supuesto, una crítica abierta y evidente a la “masculinidad tóxica”, perdonarán la expresión aburrida, podría resultar aceptable y hasta celebrable para el paladar woke. Pero “Los Soprano” son una cosa muy diferente.

Desde luego, como es obligado en una historia de gángsteres, sobre todo en una que transcurre tan a nivel de banqueta, tan lejos de la corte –en efecto, en ese sentido es, a pesar de los reiterados homenajes a “El Padrino”, una tragedia más a la Scorsese que a la Coppola–, una historia de degradación, de caída en los abismos: los mafiosos de la familia Soprano son normalmente infames e insufribles, traidores y crueles, y se matan sin piedad.

No hay aquí edulcoramientos sobre códigos de familia y amistades de la Italia profunda. Lo que pasa es que Chase, un hombre con vocación de cineasta de arte que acabó por revolucionar eso que llamábamos la televisión, es excesivamente sofisticado como para caer en concesiones ramplonas, y sus wise guys son un manojo de tonos de gris y contradicciones: pueden y suelen resultar también dignos de compasión, entendibles a ratos y hasta entrañables.

Ahí, al margen de las actuaciones extraordinarias y del humor corrosivo, la grandeza de una serie escrita como ninguna que, supongo que sobra decirlo, no ha perdido ni tantita vigencia. Y probablemente no, no se atrevería nadie, hoy, a meterle dinero. 

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ