En abstracto, los gobiernos autoritarios despliegan estrategias ingeniosas para consolidar su poder. Sin recurrir a nombres específicos, es crucial analizar cómo estos regímenes manipulan hábilmente la información y las emociones para moldear la percepción pública a su favor. A menudo, la polarización se convierte en una herramienta maestra, fracturando la sociedad en facciones opuestas y debilitando los lazos sociales. Este proceso de descomposición social no solo genera conflictos internos, sino que también allana el camino para el control totalitario.
Es intrigante observar cómo muchos líderes autoritarios alcanzan el poder a través de procesos democráticos, legitimados por la fuerza de los sufragios, sin embargo, una vez en la cúspide gubernamental, desmantelan gradualmente las instituciones democráticas con el propósito de que su poder no tenga límites y la intención de que los opositores se conviertan en una fuerza marginal.
Utilizan tácticas sutiles, como la cooptación de organismos clave y la manipulación de la legislación, para socavar la separación de poderes y erosionar la independencia judicial.
Este desgaste sistemático de las instituciones democráticas debilita las salvaguardias contra el abuso de poder y crea un entorno propicio para el autoritarismo. Esto es, insisto, en el abstracto, porque en el caso mexicano del actual sexenio no ha existido sutileza sino un franco cinismo de maniobras para capturar a la CNDH, anular otros órganos autónomos como la Comisión Reguladora de Energía y el INAI, movimientos claros para colonizar al INE y a la Suprema Corte de Justicia, omisiones para que los tribunales electorales estén incompletos, etc.
Para contrarrestar estas tendencias, los ciudadanos han desempeñado un papel crucial mediante el activismo, alzando sus voces contra las violaciones a los derechos y la erosión democrática, teniendo como referente a la ola rosa que defendió al INE y a la SCJN o el movimiento feminista que tanto aborrece AMLO. En las urnas tendremos el escenario para desafiar a los autoritarios, eligiendo líderes comprometidos con la defensa de las instituciones democráticas y la preservación de los valores fundamentales.
Refiriéndonos a la obra de Hanna Arendt, se destaca la importancia de combatir a los líderes y facciones que promueven el odio y toleran la violencia en el debate público, la acción política y las decisiones electorales. Arendt argumenta que la participación activa en la esfera pública es esencial para contrarrestar las fuerzas autoritarias.
Al permitir que el discurso del odio y la violencia permeen la sociedad, se socava la base misma de la democracia, y la resistencia ciudadana se convierte en un acto fundamental para preservar la libertad y la dignidad humanas. En palabras que reflejan el espíritu de Hanna Arendt, enfrentar a los gobernantes autoritarios no es simplemente una cuestión política, sino una responsabilidad moral y ética de salvaguardar la esencia misma de la democracia y la libertad.
Por estas razones, debemos seguir luchando porque Morena debe perder, ¿o alguien quiere que sigan las prácticas autoritarias y los negocios de los López?
POR LORENA PIÑÓN RIVERA
DIPUTADA FEDERAL
@lorenapignon_
MAAZ