Con la llegada de un nuevo año, nos encontramos frente a una encrucijada entre la emoción de nuevos comienzos en el deporte y la sensación agridulce que deja la pérdida, en el año que recién terminó, de ídolos que marcaron una era. Es un momento de reflexión y anticipación, donde la oportunidad de mirar hacia adelante se mezcla con la melancolía por aquellos que ya no están entre nosotros y que sin duda fueron clave para que hoy compartamos la pasión por los deportes.
En el escenario del deporte, cada ciclo trae consigo la despedida inevitable de grandes figuras que, con su talento y dedicación, conquistaron corazones y elevaron el estándar de grandeza. Su legado es incuestionable, pero su ausencia nos recuerda la fugacidad de la vida y la necesidad imperiosa de cultivar nuevos referentes y seguir apoyando el desarrollo de estos.
Tan sólo en el último lustro hemos perdido grandes figuras como del balompié mundial Diego Armando Maradona, Pelé y más recientemente, Franz Beckenbauer, figuras de las que probablemente hayamos visto poco, pero escuchado grandes cosas, mismas que compartiremos de íconos actuales como Leo Messi, Cristiano Ronaldo, Kylian Mbappé o Erling Braut Haaland.
Sin embargo, este punto de inflexión no es solo un momento para recordar lo que fue, sino también para avizorar lo que puede ser. Es la oportunidad de infundir ánimo y esperanza en una sociedad sedienta de ejemplos positivos y líderes inspiradores que marquen una diferencia dentro y fuera de las canchas, la duela, los autódromos, arenas y estadios de juego.
El deporte, más allá de las canchas y estadios, es un crisol de valores universales. En estos nuevos comienzos, se vislumbra la ocasión de sembrar semillas de superación, resiliencia y solidaridad. Los jóvenes atletas, ansiosos por dejar su huella, tienen ante sí la tarea de no solo perfeccionar sus habilidades físicas, sino de cultivar un espíritu de camaradería y servicio a la comunidad. Y como comunidad igualmente tenemos una gran responsabilidad por guiarlos en el camino y que no se dejen deslumbrar por apenas unos cuantos reflectores al inicio de su mediática carrera.
La partida de ídolos nos enseña la importancia de valorar el presente y de celebrar los logros de quienes están forjando su camino. Es un llamado a honrar el legado de aquellos que nos dejaron, al tiempo que apoyamos y reconocemos a quienes hoy se alzan como potenciales referentes para las generaciones venideras.
En este nuevo año, en este nuevo ciclo, el deporte nos ofrece una plataforma única para inspirar y transformar. Es una oportunidad dorada para sembrar optimismo y motivación, construyendo sobre la base de un legado sólido y proyectando un futuro donde el espíritu deportivo no solo genere héroes en la cancha, sino líderes en la sociedad.
Si bien algunos deportes apenas hacen una breve pausa durante la época decembrina, no es mal momento para hacer una pausa, retomar el aliento y seguir luchando y apreciar los sacrificios que hacemos con tal de materializar nuestros sueños.
El reto está en encontrar el equilibrio entre la nostalgia por lo que fue y la emoción por lo que puede llegar a ser. Es en esta encrucijada donde reside la verdadera oportunidad de renovación y crecimiento, donde cada nuevo amanecer en el deporte representa un lienzo en blanco para pintar un mundo más vibrante, inclusivo y esperanzador.
¡Que este 2024, año olímpico y con un sin fin de competiciones, podamos lograr una mejor versión de lo que nos dejó el 2023!
Por Diego Sánchez “SAGO”
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