La riqueza cultural de México se refleja en la diversidad de sus pueblos indígenas, quienes han mantenido sus tradiciones, símbolos y costumbres a lo largo de generaciones. Sin embargo, en los últimos años, hemos sido testigos de un fenómeno preocupante: la apropiación cultural de elementos significativos de estas comunidades por parte de empresas transnacionales y de políticos, que los emplean para satisfacer sus propósitos comerciales o partidistas, sin otorgar el crédito correspondiente ni compartir los beneficios económicos con los pueblos originarios. Este fenómeno plantea dilemas éticos y jurídicos que merecen una reflexión profunda.
La apropiación cultural implica la adopción de elementos esenciales de un grupo por parte de otro, generalmente más dominante, sin el respeto adecuado hacia su significado y contexto original. En el caso de los pueblos indígenas mexicanos, esta apropiación se manifiesta en el uso de símbolos, patrones, diseños textiles, artesanías, alimentos y más, sin reconocer la procedencia ni entender la importancia cultural que tienen para estos pueblos centenarios.
Uno de los dilemas éticos más evidentes es el de la falta de respeto hacia las culturas indígenas. Al apropiarse de elementos culturales sin consentimiento ni comprensión, se perpetúa la invisibilización y el menosprecio de estas comunidades, socavando su identidad y patrimonio cultural.
Esto es particularmente desalentador cuando se trata de objetos de gran significado, como el "bastón de mando", que es un símbolo de autoridad en muchas culturas indígenas mexicanas. Su significado y uso varían según la comunidad, pero en general, representa la conexión entre el líder y su pueblo, así como la responsabilidad y la sabiduría que conlleva el liderazgo. Cuando un político decide otorgar o utilizar un "bastón de mando" de manera unilateral y sin considerar los procedimientos de usos y costumbres de las comunidades indígenas, se está despojando de su significado genuino y sagrado.
Estos actos de apropiación cultural con fines políticos partidistas son particularmente despreciables, ya que se utilizan símbolos indígenas con la intención de obtener ventajas electorales sin el consentimiento de las comunidades y sin tomar en cuenta a los
liderazgos genuinos de los pueblos originarios y eso es justamente lo que presenciamos en el intercambio desangelado entre AMLO y Sheinbaum.
Esto socavó aún más la legitimidad del proceso político, porque reafirmaron su desprecio porque solamente quieren a la cultura de los pueblos originarios como ornamento para sus maniobras políticas.
En su momento Beatriz Gutiérrez le reprochó al corporativo de Ralph Lauren que el fenómeno de apropiación cultural es una manifestación de desigualdad, falta de respeto y explotación económica; pero curiosamente no hay pronunciamiento sobre la explotación política que acontece con la apropiación cultural del “bastón de mando”. Así son, pero ya falta menos para que sean vetados con votos.
POR LORENA PIÑÓN RIVERA
DIPUTADA FEDERAL
X: @lorenapignon_
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