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COLUMNA INVITADA

Hacer política es imaginar

No se puede negar que dentro de la política hay un fuerte componente imaginario aplicado

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

No se puede negar que dentro de la política hay un fuerte componente imaginario aplicado en distintitos niveles. Una imaginación que se proyecta como realidad de la mente de muchos gobernantes. La verdad es que, en diversas ocasiones, los discursos y políticas que emanan de ahí son tan ridículos, sin decir otras palabras, en perspectiva de varios. ¿Qué pasa por su cabeza? Dirán no pocos y pues el absurdo pareciera ser la forma de gobierno. 

Dentro de la conciencia o inconciencia de cada uno la línea entre la realidad y la imaginación es muy delgada o a veces ni existe. ¿Quién no imagina todos los días? Creer en un mejor gobierno no es muy diferente a imaginarse una utopía. Toda política pasa por un proceso intrínseco que termina siendo una representación, de ahí es, o al menos eso se intenta, llevado a la práctica.

A menudo, los políticos, con sus estrafalarios discursos y extravagantes visiones, no son otra cosa que novelistas de ciencia ficción. Y es que, en esta obra titulada "Políticamexicana", la ficción y la realidad se mezclan tan sutilmente que uno podría pensar que estamos leyendo una comedia o tragedia(si la política fuese una novela, sin duda alguna, sería una tragicomedia) en vez de las declaraciones oficiales de nuestros líderes electos.

¿Será acaso que la política es el último refugio de los soñadores desesperados? O tal vez, el escenario donde los ilusos, armados con una combinación letal de ignorancia y confianza, intentan plasmar sus delirios en la realidad. 

El arte de gobernar no se trata de entender y atender a la realidad, sino de quién puede crearla imaginando un relatocautivado capaz de atrapar al público, por absurdo que sea. Después de todo, ¿no es eso lo que se busca? Crear una realidad tan convincente que incluso aquellos que la cuestionan, terminen jugando un papel en ella. En este teatro imaginario que llamamos política, no es el que tiene la mejor propuesta o el plan más razonable el que gana, sino el que teje la historia más envolvente y cautivadora.

Mientras tanto, el ciudadano común se encuentra atrapado en esta narrativa distorsionada, preguntándose si es el protagonista o simplemente un extra en este eterno drama, eso sí, no puede escapar de ella. La elección es suya: ser un espectador pasivo o un crítico activo, son sus opciones dentro de las reglas del juego. En la era de la posverdad, la consistencia es una virtud pasada de moda. Lo importante no es si lo que se dice es cierto o no, sino si suena bien. Si suena lo suficientemente épico, inspirador o amenazante, poco importa la verdad detrás de las palabras, aunque se siga apelando a su presencia en el discurso como figura de autoridad.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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