ENVÍO DIPLOMÁTICO

La diplomacia, una profesión en cambio constante

En México, los poco más de mil integrantes del SEM, requieren del apoyo de la sociedad, de regularidad de ascensos y de la conducción profesional

OPINIÓN

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David Nájera / Envío Diplomático / El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Es un hecho que la humanidad vive un acelerado proceso de transformación que ofrece retos y oportunidades, que resuelve problemas y ahonda o crea otros, que elimina diferencias y eleva disparidades. 

Digamos que la humanidad, como otros elementos de la naturaleza, siempre vive en evolución. Pero también es un hecho que su dominio de la ciencia y los materiales le han dotado de la posibilidad de gestionar esa evolución. 

Lo demuestra el crecimiento demográfico de siglos recientes vinculado con el control de enfermedades y desarrollo médico. Ahora, en el siglo XXI, la aceleración del cambio nos pone ante dilemas que incluso demandan una renovación de "los límites del crecimiento" que identificó el Club de Roma a finales de los 70. 

Esos límites los rebasamos hace tiempo, especialmente, el referido a cuánta población podía soportar el planeta con los recursos necesarios para alimentarlo. Fue la ciencia la que generó la capacidad, incluso sobrada, de alimentación a la humanidad, más allá de lo que los científicos calcularon hace 50 años. 

Lo anterior tiene lugar al tiempo que la disparidad del acceso a los recursos sigue contrastada entre ricos y pobres, cuando a estas diferencias se suma el capital más relevante de la actualidad: la información y los datos. Para acceder a ellos, se necesita tecnología pero, sobre todo, conocimiento, el que proporciona un sistema educativo, la sociedad, la familia y la experiencia.

La diplomacia enfrenta esos mismos retos y con cada avance tecnológico se ha previsto su desaparición; ya sea el telégrafo, el teléfono, el fax o el email; la omnipresencia de los medios de comunicación, las redes sociales y ahora la Inteligencia Artificial. 

Cada momento ha augurado la desaparición de la diplomacia y su sustitución por un grupo de expertos en capital con la cara visible de una o un ministro de asuntos exteriores. 

Hoy se han jubilado generaciones que iniciaron sus trabajos de análisis y comunicación con telex y terminaron con una dirección electrónica, dos o tres redes sociales y transitaron la tecnología porque la sustancia estuvo en su conocimiento, comprensión y manejo de la información entre seres humanos, lo que permitió acercar posiciones sobre diversos temas entre naciones que condujeron a la paz, a acuerdos de cooperación o de comercio.

 En tanto las y los diplomáticos suman educación superior, especialidades y exámenes constantes de ingreso y de ascenso escalafonario, es que la experiencia se convierte en el resultado de una trayectoria profesional. Por eso lleva años generar buenos representantes. Las personas que ingresan a los servicios exteriores tienen además una raigambre profesional llamada vocación, lo que les permite llevar una vida trashumante de constante adaptación. 

Lejos de los prejuicios, son esas vocaciones las que logran adaptar cada cambio tecnológico al bien común de su profesión. Es por ello que, en el caso de México, los poco más de mil integrantes del Servicio Exterior Mexicano (SEM), requieren del apoyo de la sociedad, de más jóvenes, de regularidad de ascensos y de la conducción profesional y comprometida como se vuelve a vivir hoy en día. 

POR DAVID NÁJERA
EMBAJADOR DE MÉXICO Y PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO
 

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