COLUMNA INVITADA

El Lápiz (II)

Sujetado al escritorio del salón de clases, acompañado de la lista de asistencia

OPINIÓN

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Rubén Martínez Cisneros / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Sujetado al escritorio del salón de clases, acompañado de la lista de asistencia, así como del inmenso juego de geometría, el sacapuntas esperaba pacientemente que lo visitara su amigo el lápiz o sus compañeros los colores, marca Blanca Nieves o Brujita para sacarles punta; los chamacos se reunían alrededor de aquella maquinita marca Boston y darle vuelta a la manivela para quedar listos y emprender la escritura.

El poeta Antonio Deltoro, en su texto A lápiz, incluido en el libro Homenaje al lápiz, editado por Conaculta, Berol y el Museo José Luis Cuevas, 1999, lo retrata, “El lápiz, un triste lápiz de infancia, achatado y mordido, no uno puntiagudo, recién afilado, sino uno de esos que me prestaban mis amigos, un lápiz que se le tiene que humedecer la punta para que escriba al borde, un lápiz que pide sacapuntas…”.

Por su parte, el escritor, René Avilés Fabila, en su escrito El lápiz, invento genial, recopilado en el libro antes citado, escribe, “Yo los he usado desde niño, lo he agotado haciendo inútiles ejercicios caligráficos y más adelante apuntes de cuentos y novelas. La máquina de escribir y la computadora sólo han puesto en limpio lo que hice con el prodigioso lápiz”-

Asimismo, el novelista Arturo Azuela en su escrito Sin título, “Tengo lápices por todas partes: en los entrepaños al borde de las mesas, junto al violín, entre los tecolotes más queridos”, mientras, Óscar de la Borbolla, expresa, “Los lápices de mi infancia fueron amarillos y pese a los castigos que me imponías mis padres -no había mayor placer para mí, que reducirlos a virutas metiéndolos en el sacapuntas de mi salón de clases”.  

En el libro Protagonistas de la literatura mexicana, Emmanuel Carballo entrevista a diversos escritores, entre ellos a don Martín Luis Guzmán, quien le confió, “Con lápiz he escrito, por ejemplo, casi todas las Memorias de Pancho Villa; varios capítulos de El águila y la serpiente…Abandono la máquina y casi sin sentido escribo a lápiz”.

Ricardo Garibay, en su libro Miscelánea describe al Doctor Almeida, de origen cubano, quien hacía a mano silabarios de san Miguel de a centavo, lápices de punta dura de a dos centavos y cuadernos rayados, agrega el autor de Las glorias del gran púas, al entregarle una moneda al doctor de cinco centavos -que por cierto no era doctor- como respuesta recibía, “que no hay cambio, hoy ha etado mui ecaso el cambio…¿por qué no te llevas un lapi y un cuadernillo y así hacemos tablas”.

Más aún, en su elogio a este modesto instrumento de escritura, el autor de Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco, expresa en su Inventario n. 160, lo siguiente en el Graffiti, “En el lápiz madera y plomo se alían para inmolarse a medida que producen palabras, números líneas…Muere al dar vida sus trazos y al segregarlos se prolonga en ellos que también son efímeros”.

El autor de Aura, reflexiona, “Cuántas frustraciones, cuántas almas desiertas, cuántos poderes sofocados, se esconden detrás de la irresponsable falta de un lápiz”.

POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS

COLABORADOR

MAAZ