COLUMNA INVITADA

El Fuego de la Revolución y los Espectadores

Para abril de 1911, el aire en México vibraba con el clamor de una revolución. Francisco I. Madero

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Para abril de 1911, el aire en México vibraba con el clamor de una revolución. Francisco I. Madero, un nombre que resonaba en cada esquina y rincón del país, estaba al frente de una insurrección que buscaba derrocar al presidente Porfirio Díaz, quien había estado en el poder por demasiado tiempo.

Pero en el norte, más allá de la frontera, muchos veían este movimiento armado como un espectáculo. Sentados en la seguridad de su tierra y protegidos por la línea internacional, ilusamente inquebrantable, se reunían en grupos, expectantes y emocionados, esperando ver la guerra desde una "segura" primera fila. La adrenalina se sentía con la anticipación del peligro, el límite entre una bala destinada y una errante parecía una simple trivialidad.

La ciudad fronteriza de Agua Prieta cayó en manos de los maderistas en el mes de abril. No obstante, se anunciaba una ofensiva federal para retomar el poblado. Los periódicos del norte estadounidenses avivaban la expectación con titulares grandilocuentes y anunciaban con exageración lo que vendría. El próximo enfrentamiento en Agua Prieta prometía ser aún más grande que la batalla de Casas Grandes de febrero, en la que se enfrentaron cientos de insurrectos y federales.

Las calles de Douglas, una ciudad fronteriza estadounidense, estaban llenas de susurros y planes. Las casas con la mejor vista hacia Agua Prieta eran las más codiciadas, y sus techos se convirtieron en plateas privilegiadas. La promesa de seguridad, reforzada por la movilización de tropas estadounidenses en la frontera y las garantías ofrecidas por los líderes maderistas, daba a estos curiosos ciudadanos una falsa sensación de protección.

Sin embargo, el 17 de abril, la realidad estalló en un estruendo de disparos. La batalla había comenzado. Las defensas maderistas resistieron firmemente durante horas hasta que los federales lograron romperlas Con el enemigo cerrando el cerco, los maderistas se encontraban en una encrucijada: huir a las montañas, atravesar la frontera hacia Douglas o rendirse. Muchos optaron por cruzar, siendo detenidos inmediatamente por las autoridades estadounidenses.

Mientras tanto, los espectadores en Douglas pagaron un alto precio por su curiosidad. Siete resultaron heridos por balas perdidas que cruzaron la frontera. Para los medios estadounidenses la culpa la tuvieron los mexicanos. El New York Times escribió el 18 de abril de 1911: “Las advertencias contra las combatientes dadas por los Estados Unidos fueron desatendidas ayer. Una lluvia de balas cayó sobre Douglas, Arizona, donde siete…resultaron heridos”.

Al final, Agua Prieta fue retomada por las fuerzas del gobierno, y la línea internacional demostró ser una protección ilusoria para aquellos que buscaron emociones peligrosas desde la comodidad de sus hogares. No obstante, eso no los detuvo, pues en otras batallas, como la de Ciudad Juárez en mayo de 1911, los techos de El Paso tuvieron a los espectadores bien entretenidos.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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