COLUMNA INVITADA

Diego Rivera, novela gráfica

Guarda una estructura circular, comienza a la muerte del insaciable recreador de mitos

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Sociedad devocional como pocas, la mexicana es poco dada a la crítica, así que alaba o denigra a los sujetos y sus circunstancias. No cultivamos con acierto el género de la biografía, carecemos de distancia y un toque de frialdad. Sorprende entonces la aparición de una novela gráfica dedicada a humanizar a Diego Rivera (1886-1957), demoliendo el pedestal que lo eleva por encima de sus errores y liviandades. Esta cruzada desacralizadora la acometieron Francisco de la Mora (1978) en la investigación y José Luis Pescador (1979) en la ilustración. Gracias a la modalidad elegida, cómic documentado que elude la solemnidad garantizando su fácil comprensión, más allá de dogmas y prejuicios, con un texto terso e inteligente, y lo hace además con armonía y agudeza en los dibujos.  

Miscelánea de anécdotas y caleidoscopio de protagonistas de la cultura y la política de México y el planeta, que desfilan con ligereza, aun en la naturalidad de la violencia: Trotski el errante, asesinado a golpes de piolet por el estalinista catalán Ramón Mercader en los rumbos de Coyoacán el 21 de agosto de 1940, el surrealista André Breton, su arrepentido patrocinador Nelson Rockefeller, Henry Ford, Ramón María del Valle-Inclán y su tocayo Gómez de la Serna o sus colegas Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris, José Clemente Orozco, Amedeo Modigliani, María Blanchard y su primo Germán Cueto o David Alfaro Siqueiros, para no abundar. 

No se olvide que el muralista guanajuatense fue un triturador de mujeres, desalmado e incontinente. Las maltrata a todas por igual: las rusas Angelina Beloff, la pintora que se trasladaría a México, y Marievna Vorobieva-Stebelska, con quien tuviera una hija que nunca reconoció, sus tormentosas paisanas Lupe Marín, madre de sus dos hijas después casada con el poeta Jorge Cuesta, Frida Kahlo, de apetitos varios que jamás se hiciera de la boca chiquita que jamás fuera una víctima pero si lo padeciera, hasta su hermana Cristina que sucumbió al poder hipnótico del sapo don Juan y la empresaria Emma Hurtado su compañera en la viudez. 

La novela guarda una estructura circular, comienza a la muerte del insaciable recreador de mitos de nuestra historia, su visión ideológica y conceptos como el progreso, la energía, la industria en miles de metros cuadrados pintados, ensamblado y esculpidos, retornando a sus primeros años, los descubrimientos de juventud, las estancias desde 1905 en España y Francia y sus desplazamientos europeos, el triunfo de la nostalgia y la ambición del poder de los muros que no dejan de ser los muros del poder, con la vuelta en 1921 a México tras la invitación de José Vasconcelos, luminoso educador que se transformaría en un fervoroso nazi cuando no se cumplió su ilusión de ser presidente de nuestra atribulada nación, los encargos en Estados Unidos (Nueva York, Detroit, San Francisco) y la clausura de su existencia convertido en “gloria nacional”, habiendo sucumbido a las tentaciones de la fama, traicionando en mi opinión su talento y entregado al “jicarismo” (folklorismo indigenista) en la expresión de Xavier Villaurrutia, el poeta deslumbrante del “archipiélago de soledades” llamado Contemporáneos, dueño de un ojo inmisericorde para valorar el arte.

El libro está concebido para captar la atención de lectores jóvenes, a partir de los 13 años, curiosa edad en la que se les reconoce responsables de su destino en calidad de “hijos/hijas de los mandamientos”, lo que no excluye que los mayores queden invitados a saciar su curiosidad en la revisión placentera de las páginas de Diego Rivera (Grijalbo, 2023, 208 pp.), a través de sus aventuras, obras, dislates y epifanías. ¡Buen provecho!

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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