En pocos lugares del país se han construido agendas locales propias, con repercusiones nacionales, como en la Ciudad de México. La ciudad ha marcado la pauta en temas como política social, derechos de minorías, equidad de género, espacio público, transporte masivo, movilidad ciclista, etc. Eso se debe a que la propuesta de ciudad ha sido parte central de las discusiones electorales y de las propias de la vida política capitalina. Eso, justo, es lo que se debe de exigir a las y los que buscan encabezar las propuestas de los partidos y coaliciones para la ciudad. No basta ser conocido o gozar de buena opinión, lo importante es poder definir soluciones a los múltiples desafíos que la ciudad enfrenta.
La ciudad requiere respuestas a retos muy claros: cómo retomar los proyectos de transporte masivo, cómo construir mecanismos de coordinación metropolitana, cómo reducir el estrés hídrico, cómo mejorar el servicio de Metro, cómo producir vivienda social en zonas centrales y orientada al transporte, cómo encontrar nuevas vocaciones económicas para la urbe, cómo integrar su economía a los fenómenos de relocalización de América del Norte, cómo digitalizar servicios públicos, cómo eliminar la pobreza urbana enquistada en ciertas zonas, cómo erradicar la violencia y el acoso en contra de las mujeres, cómo construir un sistema de cuidados con enfoque de género, cómo formar jóvenes con las habilidades que la economía requiere, cómo atender a la creciente población de adultos mayores, cómo transformar a la fiscalía para priorizar la investigación de delitos. Esas son las preguntas centrales, quienes aspiren deben de dar respuesta. No existe una receta obvia que seguir, no basta con cumplir con la doctrina ideológica de un partido, se requiere de poder articular una serie de soluciones para una de las urbes más complejas del mundo. Gobernar la ciudad requiere de habilidades complejas, técnicas, políticas y de construcción de consensos.
La agenda de ciudad tiene que tener un enfoque progresista, esto es, que busque la igualdad, la ciudad debe generar riqueza, pero también redistribuirla y garantizar el uso equitativo del espacio. Se trata de una ciudad que demanda el reconocimiento y garantía de los derechos de las personas en el sentido más amplio, los sociales, pero también los civiles y políticos, los que tienen que ver con el libre desarrollo de la personalidad y, por supuesto, los que van a eliminar las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres. Las y los candidatos deben de tener la exigencia de cumplir con esta agenda, la que prevalece en la ciudad desde 1997.
Ojalá que todo esto no termine en un concurso de popularidad, eso sería muy costoso para la capital, pero también para el país, que tiene a la ciudad como uno de sus principales activos para competir a nivel global, para innovar las políticas, para servir de guía al resto de los gobiernos locales en México. Ojalá no nos equivoquemos y la contienda electoral sirva para discutir la ciudad, que el gobierno capitalino no sea una regencia, ni un premio de consolación, ni un apéndice de la elección nacional.
POR VIDAL LLERENAS
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