POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

La tragedia de la política entre las grandes potencias

Estados Unidos es una gran nación. Su economía sigue siendo la más grande del mundo

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace dos mil quinientos años Tucídides, general ateniense, escribió su famosa “Historia de la guerra del Peloponeso”, en la que describió el conflicto armado entre Atenas y Esparta en el siglo quinto antes de nuestra era. La principal causa de esa guerra, al decir del gran historiador, fue el ascenso de Atenas a nivel de gran potencia, capaz de disputar a Esparta su posición dominante como principal potencia del mundo griego.

En un famoso artículo publicado en 2015, el internacionalista estadounidense Graham T. Allison denominó como “La Trampa de Tucídides” a la rivalidad que surge entre dos grandes potencias, una dominante y otra en ascenso. Según este experto, en los últimos quinientos años el mundo ha registrado dieciséis transiciones hegemónicas, doce de ellas como resultado de guerras entre una potencia dominante y otra retadora. Basados en este análisis muchos autores se atreven a predecir que, tarde o temprano, la rivalidad entre Estado Unidos y China terminará en guerra abierta. https://www.theatlantic.com/international/archive/2015/09/united-states-china-war-thucydides-trap/406756/

Estados Unidos es una gran nación. Su economía sigue siendo la más grande del mundo. Tiene poderosas instituciones democráticas que, hasta hoy, han resistido todos los embates. Su sistema político es un arsenal de la democracia y las sociedades abiertas, con líderes históricos como Lincoln, Roosevelt o Martin Luther King. Su sistema universitario y de investigación científica y tecnológica, del que muchos mexicanos nos hemos beneficiado, no tienen paralelo en el mundo. La prioridad de nuestra política exterior es, y debe seguir siendo por mucho tiempo, la relación bilateral con Estados Unidos.

Desde sus orígenes, Estados Unidos buscó una posición hegemónica. Primero, a nivel regional, en América del Norte. Después hemisférica, la que logró a fines del siglo XIX. Y, posteriormente la hegemonía global.  En 1945 se convirtió, junto con su entonces aliada, la Unión Soviética, en una de las dos superpotencias mundiales. Pero esa alianza duró poco. A partir de 1947 Estados Unidos se embarcó en una “política de contención” de la URSS diseñada por George Kennan, que tenía como objetivo central evitar que la Unión Soviética expandiera su influencia por el mundo.

La contención de la URSS fue, a la larga, una política muy exitosa. Resultó así porque esa gran potencia nunca tuvo capacidades económicas y tecnológicas para competir con Estados Unidos. Durante la guerra fría impuso su sistema a los países de Europa Oriental. Desarrolló enorme fuerza militar, incluyendo un inmenso arsenal nuclear, pero fue incapaz de innovar y ser un actor de peso en la economía mundial.

Después de cuarenta años de guerra fría, el líder soviético Mikhail Gorvachov aceptó que la URSS no podía competir con Estados Unidos y sus aliados europeos de la OTAN, y se embarcó en una reforma de la economía y la política de su país. Tuvo éxito en poner fin a la guerra fría, pero sus intentos de reforma interna (perestroika y glasnost), resistidos por gran parte de sus colegas del partido comunista, culminaron en el desmantelamiento de la Unión Soviética.

En 1991 Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia global. Contrariando las opiniones de muchos de sus grandes estrategas, como Henry Kissinger y el propio George Kennan, se propuso ampliar la OTAN hasta las fronteras de Rusia, creando una situación de riesgo. La invasión rusa a Ucrania es inaceptable, es una clara violación de la Carta de la ONU y del derecho internacional. La solución del conflicto debería partir del retiro incondicional de todas las tropas rusas de suelo ucraniano. Pero, a cambio, Ucrania debería comprometerse a no ingresar a la OTAN.

Hoy, Estados Unidos tiene una política de contención de China. Está decidido a mantener su hegemonía global. No parece muy dispuesto a aceptar el ascenso del gigante asiático como superpotencia mundial. Sin embargo, la nación oriental no es la antigua URSS. Es un formidable competidor económico, tecnológico y estratégico. Eventualmente, también será un rival militar. Pero los costos de un conflicto armado abierto, en la era nuclear, son impagables para cualquiera de los dos contendientes. Lo más probable es que transitemos a un mundo más inestable, con tensiones serias en diversas partes del mundo.

Tristemente, la tragedia de la competencia hegemónica no es solo para las grandes potencias. Es para todo el mundo. Relega a un segundo plano la cooperación internacional indispensable para superar los verdaderos retos que enfrenta la humanidad, como son el cambio climático, la destrucción de la biodiversidad, el hambre, la pobreza extrema, el crimen organizado, y las migraciones cada vez más desordenadas. Por eso es fundamental que países como México también promuevan la cooperación internacional en los foros que existen para eso, como las Naciones Unidas.

*Tomé el título de este artículo del libro del teórico realista estadounidense, John Mearsheimer, “The Tragedy of Great Power Politics”, publicado en 2001.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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