COLUMNA INVITADA

El apocalipsis de la política

¿Qué nos dicen unas elecciones en las que una considerable parte de la población vota por el mal menor? 

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

¿Qué nos dicen unas elecciones en las que una considerable parte de la población vota por el mal menor? Más allá de que las y los candidatos nos gusten o no, fuera de suscuestionables capacidades para gobernar, existe una percepción pesimista al momento de mirar hacia el futuro de la política. De hecho, diría yo, situándonos en el espíritu posmoderno de la sociedad, adentrarse en lo político es sumergirse en un pensamiento apocalíptico que busca mantenerse a flota sin saber que ya se está ahogando. 

No es raro que alguien diga: “voy a votar por el menos peor”. El dilema del "mal menor" se ha vuelto en el pan de cada día de las elecciones de la política moderna. Lo que este fenómeno realmente pone de manifiesto es la bancarrota espiritual de la democracia tal y como la conocemos. Optar por el mal menor es, en esencia, el pesimismo de ante un sistema que la gente no considera ideal; es admitir que la política ya no es capaz de ofrecer soluciones, sino tan solo parches temporales a una hemorragia de problemas que nunca parece detenerse.

Votar por el mal menor es aceptar que nuestro compromiso político ha sido reducido a un juego de apuestas, en el que se nos pide escoger entre dos males como si estuviéramos eligiendo el método por el cual queremos ser despojados de nuestra dignidad. 

Es difícil pensar en un mejor futuro, hace tiempo que las generaciones miran el porvenir como un reto de supervivencia que cualquier otra cosa. La crisis climática, una nueva proliferación de armas nucleares, guerras, las burbujas inmobiliarias y otros problemas generan este pensamiento. Ahí la política, en lugar de buscar soluciones, es una de las principales generadoras de estos males.

Más que un acto de empoderamiento, ir a las urnas se ha convertido en un ejercicio de daño controlado. No votamos por visiones, votamos contra pesadillas. El resultado es que el futuro político, en lugar de estar lleno de posibilidades, parece un campo minado en el que cada paso en falso podría ser el último.

La sociedad en general se encuentra en un ambiente de desesperación controlada, la política se despoja de su potencial transformador y se convierte en un simple mecanismo de supervivencia, votamos por quien menos nos haga daño. Y si el acto de votar es un mero acto de autoconservación, uno no puede evitar preguntarse: ¿Qué estamos realmente conservando?

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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