TRANSPARENCIA 3.0

La histórica y permanente corrupción

No necesita mayor explicación, pero en su práctica es infinita, sus actores son legión y sus formas rayan en lo absurdo

OPINIÓN

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Naldy Rodríguez / Transparencia 3.0 / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Se nos ha dicho hasta el cansancio que la corrupción es el gran mal de nuestro tiempo en nuestro país. Por ella es que no hemos avanzado económicamente, que no hemos logrado la igualdad social, que no hay un sistema de salud aceptable y que la educación sigue siendo un fracaso: todo por la corrupción.

Según la Real Academia Española, la corrupción es el “efecto de corromper”, pero también es el “deterioro de valores, usos y costumbres”, es “en las organizaciones públicas, práctica consistente en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores”. 

La corrupción en su definición no necesita mayor explicación, pero en su práctica es infinita, sus actores son legión y sus formas rayan en lo absurdo.

La corrupción no es algo que se padezca a partir del siglo XX, sino desde la historia organizada de la humanidad.

Recordando la época romana, vemos que Tito Livio, César, Marco Aurelio cuentan innumerables casos de corrupción: sobornos para trámites, la concusión de cualquier persona con un cargo público, la acumulación de recursos y bienes por parte de los patricios, la extorsión, la apropiación indebida de fortunas y patrimonios  o el amañamiento de elecciones en el Senado.

La corrupción no tiene partido político, no posee género, es atemporal y, como la ira, la tristeza o la felicidad, es inherente al ser humano. 

No se hablará aquí de los frutos del espíritu, ni de pecados capitales, pero la corrupción tiene la cualidad de tocar cada uno de ellos. 

La corrupción toma diferentes formas, se disfraza, incluso, de virtud, aunque en lo profundo es engañosa, arbitraria, injusta, déspota y hasta violenta.

El corrupto, como el mentiroso o el ladrón, no quiere ser descubierto ni exhibido. Y, en muchos casos, el corrupto, como el mentiroso, aunque saben que lo son, siempre tiene una excusa o una justificación a lo que está haciendo, aunque sepa que está mal. 

Quien combate a la corrupción debe estar consciente de que será atacado; quien defiende a las instituciones –la única vía a nuestra cabal democracia– debe saber que será embestido por la mentira, la calumnia, la difamación (por decir lo menos), desde diversas fuerzas camuflajeadas de populistas trasnochados, pero que en la realidad pueden llegar a representar lo peor de la condición humana: la avaricia, envidia, ira, soberbia… 

Aún así, vale la pena prevenir, atender y tratar de erradicar la corrupción que se encuentra arraigada hasta los huesos del ser humano.

Y los por qués son claros: es necesario pensar en el bien social y no en el grupal, indispensable para el bienestar común y no el personal. Sólo así, sin la corrupción  y sin corruptos, se podrá avanzar un poco en la prosperidad de todos y no de unos cuantos

CITA: No es un fenómeno que surgió durante el siglo XX

POR NALDY RODRÍGUEZ
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