COLUMNA INVITADA

Ni dios, ni patria, el antídoto contra el virus Verasteguiano

La preocupación es la potencial normalización de ideas y símbolos como los que este personaje promueve

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Bajo la proclama: “Dios, patria y familia”, nuestro nuevo personaje siniestro, Eduardo Verástegui, irrumpe en la escena política, auspiciado, entre otros, por el Tío Don Ricardo (empresario, ultraliberal, provocador e intenso comentarista desalmado y misógino en redes sociales) poniendo el acento en la palabra resurrección, pero en la alarmante resurrección de la ideología fascista. Creíamos haberla dejado enterrada, pero su veneno es combustible en la extrema derecha. Estamos amenazados por el auge ideológico del odio que renace con una nueva imagen.

Ni dioses, ni amos ni dogmas algunos, insistimos, una vez más y ante la realidad de toda colectividad humana, en la necesidad de negar toda verdad absoluta, caldo de cultivo para sectarismos y dogmatismos, que deberían ser ajenos a las ideas antiautoritarias; un pensamiento y unas prácticas libres, que rechacen a nuevos dioses y amos, lo mismo que a cerradas doctrinas e ideologías.

Si damos paso a ese discurso de valores “hegemónicos” (dios, patria, familia y propiedad), quien no encaje será odiado; morirá la diversidad de pensamiento; no se deje engañar, pues, en realidad, se promueven posiciones excluyentes, xenófobas y autoritarias; estamos ante embaucadores astutos que explotan los miedos, siembran división, corrompen mentes inquietas y desatan la furia, seduciendo con palabras hábiles y engañosas a aquellos que solo serán chivos expiatorios. Verástegui y otros más, son el espectro del fascismo que se alza como un monstruo que amenaza con devorarlo todo.

No se asombre cuando escuche de este señor mensajes contra minorías étnicas, inmigrantes, religiones no mayoritarias y comunidades LGTBIQ+. Su lema engloba una absoluta intolerancia que pretende enraizarse en las calles y los hogares, emponzoñando la convivencia y pisoteando los derechos de aquellos considerados "diferentes". Es un danzante macabro cuyas ideas amenazan con arrastrar a la sociedad hacia el abismo de la exclusión y el desprecio.

Pero la preocupación más alarmante es la potencial normalización de ideas y símbolos como los que este personaje promueve en una sociedad que ya está infectada por la extrema derecha. Son hoy las redes sociales el campo de batalla donde este fascismo contemporáneo libra su guerra. La normalización de éstas corroerá  los pilares de la libertad y socavará todos los cimientos de la pluralidad. El humo de este extremismo, ciega la visión de aquellos que, en busca de una identidad perdida, se adhieren a los encantos perversos del fascismo renacido.

Ante el indudable avance del fascismo y el turbulento horizonte que se avecina, el antídoto es la unión en la defensa de los valores de igualdad y solidaridad; la resistencia activa se erige como nuestra trinchera y la educación, la empatía, el respeto mutuo, las posiciones inclusivas y el amor a la diversidad, como el faro de esperanza.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ

@DIEGOLGPN

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