No hay sorpresa. No tendría por qué haber sorprendidos. Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador han sido aliados coyunturales y estratégicos. Su relación política quedó sellada en 2018, cuando el primero generó las condiciones para el triunfo holgado del segundo. Y se afianzó durante el actual sexenio; la cordialidad es evidente. La cereza en el pastel fue la alternancia en el Edomex.
Uno y otro, a través de valores entendidos, han tejido una alianza benéfica para ambos. El hilo conductor de los acuerdos no escritos entre los dos es Alfredo del Mazo. El expresidente habría dado al exgobernador mexiquense la facultad de interlocutor con AMLO. No fue un mal cálculo. La lógica de la decisión fue que Del Mazo sería el político de su equipo en activo con mayor relevancia. Este año jugaron su última carta. Y la entregaron. El acuerdo se respetó de principio a fin. López Obrador no toca a Peña, Peña y Del Mazo le entregaron el Edomex a Morena. Y el presidente se los reconoce, les garantiza no ser molestados en su patrimonio ni investigados en el ejercicio de sus gobiernos.
López Obrador, que durante todo su sexenio no había ido al Informe de algún gobernador, sí fue al último de Del Mazo. Y para que no hubiera duda, también asistió a la entrega de poder entre él y Delfina Gómez, el jueves pasado. Aquel día, pese a que aseguró no tener planeado hablar, tomó el micrófono para hacer un reconocimiento público, sin recato, al todavía gobernador en aquel momento y de paso a Peña Nieto. El mensaje fue contundente. La alianza entre López Obrador y su antecesor goza de cabal salud.
“He tenido muy buen trabajo coordinado con el gobernador Alfredo del Mazo, no hemos chocado, no ha habido discrepancias, y esto lo hemos hecho porque por encima de nuestras diferencias, si existieran... cuando se gobierna hay que hacerlo en beneficio de todos”, dijo el presidente.
Durante su participación siguió con los halagos “porque independientemente de que trabajamos juntos, actuó con mucho respeto a la libertad de los mexiquenses”, dijo sobre las elecciones realizadas en junio pasado, donde Delfina ganó cómodamente.
Y ya encarrerado, sucedió lo no visto: reconoció públicamente a Peña Nieto, su antecesor, quien entregó la Presidencia con menos del 20% de aprobación. El expresidente utilizó el aparato de la PGR para golpear al candidato Ricardo Anaya, hasta casi encarcelarlo; y promovió un perfil similar al panista, José Antonio Meade, para arrebatarle votos y abrirle camino a López Obrador que arrasó -por mérito propio, indudablemente- con más del 50% de los votos en 2018.
“Tengo que decir que el presidente Peña, a diferencia de los otros dos presidentes (Fox y Calderón), lo digo con todo respeto, no se metió. Es decir, no aceptó hacer trampas y respetó la voluntad del pueblo de México. Eso no lo voy a olvidar”, dijo entre aplausos.
Y sí, no lo ha olvidado. Peña ha sido intocable.
E insistió en el reconocimiento a Del Mazo que, afirmó, hizo “algo parecido” este año en el Edomex. “Él actuó como demócrata y por eso mi reconocimiento”, dijo López Obrador.
Por si alguien lo dudaba, la alianza que construyeron en 2018 Peña y AMLO, sigue viva.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM
@MLOPEZSANMARTIN
PAL