DESDE AFUERA

Un festejo importante, recuerdos incompletos

En la práctica, las embajadas de México en varios países de la región fueron un salvavidas y refugio para perseguidos políticos que eran de izquierda

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

De pie sobre los hombros de Luis Echeverría, Emilio Rabasa y Gonzalo Martínez Corbalá, el presidente Andrés Manuel López Obrador rindió homenaje a Salvador Allende, primer líder marxista electo en América Latina, mandatario chileno depuesto en un golpe sangriento.

Era digno y significativo, que un Presidente mexicano estuviera en la conmemoración de los 50 años del golpe. La actitud mexicana frente al cuartelazo chileno fue siempre de rechazo, y fue la diplomacia de un gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) la que lo mantuvo desde el día del ataque hasta el momento en que salió el último refugiado de su Embajada en Santiago –que cerró en 1974 y reabrió en 1990–.

Fue también el conducto para que saliera al mundo la información real de la situación.

Martínez Corbalá no era diplomático de carrera, pero sí un político que llegó a ser diputado y senador, así como gobernador de San Luis Potosí, siempre en el marco del PRI.

Cierto, era un PRI previo a los tiempos neoliberales y al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pero era el mismo que aplaudió la represión de 1968 y asumió la matanza del 10 de junio de 1971; ese mismo PRI abrió la puerta de par en par a los chilenos, argentinos, bolivianos y, en alguna medida, brasileños y uruguayos que huían de dictaduras militares y buscaban refugio en México.

Y cualquiera que haya sido su ideología, hizo lo correcto por lo menos en este sentido. En la práctica, las embajadas de México en varios países de la región fueron un salvavidas y refugio para perseguidos políticos, que eran entonces, sobre todo, de izquierda.

La tradición inaugurada en los años 30 y agigantada durante la Guerra Civil española se convirtió en un sello.

Ahora el punto de continuidad política está hecho y marcado, aun cuando el actual gobierno mexicano haya optado por destacar únicamente la figura de Martínez Corbalá y omitido que no actuó solo, sino que era parte de un aparato con el que el régimen actual se siente incómodo, pero no puede dejar de lado.

Porque es de dudarse que alguno de los diplomáticos enviados por la Cuarta Transformación hubiera hecho algo diferente, aunque sus creencias políticas puedan variar de las que hayan tenido personajes como Rabasa, Antonio Carrillo Flores, Alfonso García Robles y Jorge Castañeda de la Rosa.

Fue en esa década también cuando la diplomacia mexicana le puso el cascabel al gato ante los conflictos centroamericanos, y promovió con Colombia, Venezuela y Panamá la creación del "Grupo Contadora" para hallar soluciones de paz en Centroamérica, y quién sabe cómo habrían reaccionado a la inspiración autoritaria de Nayib Bukele, en El Salvador, o la monumental traición montada por lo que ahora es la dictadura somorteguista en Nicaragua.

Desde luego, hay quien define a la diplomacia y la política como el arte de tragar sapos sin dejar de sonreír, y por eso es siempre placentero recordar grandes momentos históricos, aunque haya que dejar los detalles bajo el velo del olvido. 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM

@CARRENOJOSE1

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