ESCRIBIR CON LUZ

Borrar gente

Desvanecer a un individuo de una fotografía se convierte en un acto ritual que muchas veces oculta una historia siniestra

OPINIÓN

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Cynthia Mileva / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

A falta de un control equis para cortar en pedazos la vida real hemos resuelto, por comandos imaginarios, que se arranque aquello que incomoda la memoria.

Editar una imagen fotográfica es la posibilidad de reconstruir el vestigio entre lo real y lo recordado. 

Una manipulación que es tan antigua como el origen mismo de la fotografía, y que la tecnología ha facilitado, a través de herramientas que pueden “limpiar” visualmente, poniendo o quitando elementos. 

Entre las más populares están las gomas virtuales que borran personas non gratas. 

Cada vez menos frecuente, la técnica era sobreponer stickers de caritas para tapar la identidad de alguien. 

Sí. El resultado era burdo, pero con gracia. No así el aspecto perverso de cuando las fotografías impresas eran mancilladas con tinta, rayadas con algún objeto filoso que desgarraba las emulsiones y las capas de papel, incluso, era recortada la silueta del individuo. 

Un recurso que ya forma parte de la estética en la fotografía artística y un potente símbolo de la desaparición o destrucción de la identidad.

Borrar al sujeto de una fotografía se convierte en un acto ritual que, en el mejor de los casos, sólo estropeaba la composición. 

En el más íntimo, oculta una historia siniestra como la narrada en el documental del mexicano Roberto Duarte Los tachados (Suecia 2011), en el que la intervención del objeto fotográfico pretende extirpar el recuerdo doloroso de la mente: hay dos miembros de una familia de los que nadie puede hablar y en todas sus fotos han sido tachados.

La vida no tiene un comando para borrar personas —lícito—, pero entre los amantes de la fotografía, la demanda crece por aplicaciones más eficientes para reconciliar esa memoria capturada en papel o en un puñado de pixeles, con la que revive cada que se vuelve a mirar.

POR CYNTHIA MILEVA

CYNTHIA.MILEVA@HOTMAIL.COM

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