DES... PROPÓSITOS

El doloroso fenómeno de la inmigración

El tema de la inmigración habrá de continuar en adelante y, probablemente, con una mayor intensidad

OPINIÓN

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Agustín García Villa / Des... Propósitos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El tema de la inmigración habrá de continuar en adelante y, probablemente, con una mayor intensidad, en tanto las condiciones de vida en la mayor parte de los países del mundo se sigan agravando. Si bien a nivel mundial, en la actualidad, se genera un Producto Bruto mucho mayor al generado en el pasado, los índices de desigualdad y pobreza también son mucho mayores.

El problema de la migración tiene raíces históricas difíciles de ignorar. Durante siglos las grandes potencias del momento saquearon y explotaron países y regiones enteras para llevar a sus metrópolis todo tipo de recursos naturales, dejando atrás sólo pobreza y abandono. Estos hechos se intensificaron desde la época de la revolución agrícola y subsisten hasta nuestros días, sin el menor recato de los países avasalladores.

África, la mayor parte de los países asiáticos y los latinoamericanos fueron víctimas de estos atropellos históricos que sólo dejaron pobreza y desesperación. No sólo los desfalcaron, sino que no fueron capaces de, al menos, dejar una herencia organizacional en áreas legislativas, educativas, de orden, que les facilitará organizar sus vidas y sus quehaceres.

No. Se fueron con sus riquezas sin siquiera voltear atrás para no horrorizarse de lo que habían dejado. Hoy, dichos antecedentes, son los principales detonantes de las crisis migratorias actuales.

Así, en la actualidad, mientras la riqueza del mundo se concentra en 10% de los países del mundo, el otro 90% se debate en la pobreza, la inanición y la desesperanza. No parecería creíble que mientras en unos países se busca hacer viajes turísticos al espacio exterior, desarrollar nuevas técnicas energéticas o fórmulas alimenticias que nutran mejor a sus ciudadanos, en naciones pobres no haya siquiera agua potable disponible, o, en el mejor de los casos, tenga que desplazarse kilómetros diarios para conseguir un tambo del líquido vital.

Tampoco son creíbles las diferencias con que se retribuye el trabajo en estos dos mundos: mientras en lo que se ha dado por llamar el mundo desarrollado se paga el día de trabajo de un obrero en 200 dólares, en la mayoría de los países en desarrollo esos salarios no se alcanzan ni en un mes de trabajo.

Si a todo lo anterior se agrega que en la gran mayoría de  los países pobres se adolece del cumplimiento de reglas claras, de sistemas democráticos respetables y más bien se viven climas de terror político, autoritarismos y delincuencia organizada, en muchos de los casos, promovidos desde el exterior, por supuesto que la población está dispuesta a huir a costo de lo que sea, así sea su vida y las de sus familias.

Pese a los acontecimientos diarios de terror, asesinatos, naufragios, acribillamientos, asfixias en transportes no habilitados para pasajeros, abusos y secuestros de las mafias, no se avizora una luz al final del túnel tendiente a solucionar estos problemas. Mas por el contrario, al tiempo que crecen las migraciones, crecen los malos tratos y el desprecio hacia todos aquellos que andan en al búsqueda de una nueva vida que los dignifique, lo que no es mucho pedir.

Parecería sensato pensar que la solución al problema no reside en que los países que los explotaron en el pasado los reciban ahora en sus territorios, pues quizás en muchos de ellos no tengan la extensión física que se requeriría para albergarlos, pero lo que sí es una solución, es la instrumentación planes de desarrollo fondeados con recursos de esos países para lograr arraigarlos a sus tierras.

Se requiere que todos aquellos países que forjaron sus riquezas actuales vía la succión de grandes cantidades de recursos naturales de los países explotados y colonizados acuerden presupuestos para la instrumentación de programas socioeconómicos integrales que deriven en bienestar y desarrollo para la población del llamado mundo en desarrollo, pues sólo de esta manera será posible mantenerlos en sus respectivos países.

Nadie desea ser apátrida. Nadie esta dispuesto a alejarse de sus familias, costumbres y tradiciones, salvo aquellos cuyas condiciones de vida son insufribles.

POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA

ANALISTA POLÍTICO

MAAZ